La Rusa: la mujer que intentó una revolución dentro de otra Revolución

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Bien sabido es que el país anfitrión del Mundial de Fútbol 2018 fue hace un siglo atrás el lugar donde se gestó una revolución que marcó un antes y un después en la humanidad.

La llegada al poder de los bolcheviques transformó radicalmente un país atrasado económica y políticamente, con la teoría marxista como estandarte. Lógicamente, la gestión comunista tuvo sus claroscuros (en el estalinismo principalmente), pero dejaron su huella al posicionar a la Unión Soviética (URSS) como potencia mundial durante gran parte del Siglo XX.  Se adelantaron en aspectos sociales, incluso a la mayoría de los occidentales, despenalizando el aborto en 1921 y nombrando como parte del gobierno revolucionario a una mujer, a quien homenajeo humildemente en esta columna: la política y escritora Aleksandra Kollontái.

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Su apellido de soltera fue Domontovic. Nació en San Petersburgo en 1872, en el marco de una familia aristocrática. Su padre era un general ayudante del Zar y su madre era finlandesa.

San Petersbursgo era por aquel entonces una de las pocas ciudades industriales de Rusia, contaba con gran concentración obrera y un punto de contacto cultural y económico con Europa. Razón por la cual llegaban primero las propagandas socialdemócratas.

El papel de la mujer en la Rusia de finales del Siglo XIX estaba casi exclusivamente relegado al ámbito doméstico. La incorporación de las mujeres obreras a los movimientos sociales emancipatorios fue más tardía que en otros centros europeos. Las mujeres burguesas también tenían un papel secundario: criar a los hijos y «representar» la posición social de su familia eran sus únicas ocupaciones.

Su primer instinto rebelde fue casarse por amor, con un estudiante de ingeniería de origen modesto, enfrentándose a su padre quien hubiera preferido un yerno de mejor pasar económico. Sin embargo, al poco tiempo abandonó a su familia para estudiar en Suiza donde conoció a un circulo de jóvenes con ideas socialistas. Al volver a Rusia se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en 1899.

Luego de escribir un panfleto donde fomentaba a los finlandeses a enfrentar la ocupación del zarismo, tuvo que exiliarse en Alemania, Reino Unido y Francia.  Formó parte de la delegación rusa en la II y III Conferencias de Mujeres Socialistas celebradas en 1910 y 1915, respectivamente. Estas conferencias dedicaron gran parte de sus agendas a las discusiones que se daban en el seno del socialismo internacional, debatiendo y aprobando resoluciones que ayudaron al movimiento a sumar a miles de obreras, así como a avanzar dentro del movimiento revolucionario. Desde su exilio se opuso a la Primera Guerra Mundial y sintió profunda atracción por la facción bolchevique del socialismo, ya que otros sectores, como los socialistas alemanes, apoyaban la guerra.

Cuando se desató la Revolución de Octubre, regresó a Rusia, apoyó a los soviets enarbolando la famosa consigna “todo el poder para los soviets” y fue elegida miembro del Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado primero y luego miembro del Comité Central del Partido.

Su destacada actividad en la revolución fue recompensada por la jerarquía bolchevique al ser nombrada Comisaria del Pueblo para la Seguridad Social entre 1917 y 1918, año al que corona organizando el «I Congreso de Mujeres Trabajadoras y Campesinas Rusas».

Luego de la Guerra Civil cofundó la Oposición Obrera, un movimiento que cuestionaba a la política del Partido. Pero esta corriente fue desmantelada luego del XI Congreso del Partido. Siendo relegada políticamente, desplazada de sus cargos, fue confinada a roles diplomáticos en 1923 por lo que vivió en México, Finlandia y Suecia. Quizás la ausencia de Kollontái se reflejó en el retroceso en cuanto a los derechos de la mujeres de la Constitución soviética de 1936.

Volvió a Rusia en 1945 muy grave de salud y, aunque mermó su intensidad en el activismo político, aprovechó para escribir sus memorias y asesorar ocasionalmente al Ministerio de Relaciones Exteriores ruso.

En 1946 fue nominada para el Premio Nobel de la Paz. Falleció en Moscú el 9 de marzo de 1952, siendo casi una de las únicas opositoras al estalinismo que murió de muerte natural.

Profundizando en la teoría de Kollontái se destacan los siguientes conceptos:

  • Plantea que, según Marx, no bastaba con trasformar las relaciones de producción, sino que además era necesaria la aparición de un hombre nuevo. Dedicó gran parte de sus trabajos a la necesidad de la revolución «psicológica» de la humanidad.
  • La nueva clase en ascenso, el proletariado, requería de una nueva ideología propia, que rompiera con la moral y relaciones existentes en la sociedad burguesa. El proletariado necesitaba crear sus propios hábitos de vida, sus propios valores y sus modos de relacionarse. Esta revolución humana no podía posponerse a ningún triunfo político, sino que debía integrarse desde el minuto uno en el proceso revolucionario. Para ella esa revolución había comenzado en las mujeres, con la aparición de lo que ella define como la ‘mujer nueva’. Esta posición le supone grandes debates con sus camaradas ya que tradicionalmente tanto teóricos burgueses como algunos socialistas caracterizaban a la mujer como el sector más atrasado, reaccionario y conservador de la sociedad. Kollontai, sin embargo, sitúa a la mujer como parte necesaria y vanguardia del cambio social.
  • La nueva mujer, que nace en oposición a la mujer del pasado, se encuentra en todas las clases sociales, son todas aquellas que dejan de ser un reflejo del hombre, que tienen exigencias y personalidad propias y que luchan contra la servidumbre de la mujer en el Estado, en la familia, en la fábrica y en la sociedad. La finalidad de su vida deja de ser el amor, como ocurría en la mujer antigua, para ser su propio yo, su individualidad. Es un producto de la evolución de las relaciones de producción y de la incorporación de la fuerza de trabajo femenina al mundo asalariado.
  • Define al problema de la doble moral burguesa como uno de los más importantes que afronta la humanidad. Enfrenta la postura de algunos socialistas que decían que los problemas del amor son cuestiones relativas a la superestructura y que por lo tanto tenderán a solucionarse de manera «natural» cuando cambien las bases económicas de la sociedad. Del mismo modo, no es ingenua y rechaza las tesis optimistas que pronostican la solución de la crisis sexual en la sociedad actual. Plantea que será necesaria una lucha específica para reeducar la psicología de la humanidad y que permita la liberación de la mujer, a pesar de que esta no llegará si no cambian las bases socioeconómicas que hoy sustentan la explotación. Para ella, por tanto, sólo una sociedad basada en la solidaridad y el compañerismo puede dejar paso a la verdadera unión libre entre personas.
  • Parte de la idea de que las mujeres de todas las clases sociales, aunque sea de manera accidental, están poniendo las bases para la transformación de la sociedad. Sin embargo, el cambio sólo se podrá dar en el marco de en una sociedad libre de toda explotación. Primero, las mujeres han de ser descargadas de los trabajos domésticos y hasta donde sea posible de los de la reproducción de la especie. La socialización de las tareas propias del ámbito privado y doméstico, así como la redefinición de la maternidad, fueron tareas inaplazables para la revolución. Una revolución en el ámbito de la producción y reproducción en el espacio doméstico destinadas al cuidado y reproducción de la humanidad. Esta cuestión gozaba de gran consenso entre los revolucionarios, no obstante, para Kollontái existe una segunda cuestión que debía caracterizar la revolución. Para ella, la efectiva emancipación de las mujeres no podrá tener lugar sin que se dé una verdadera revolución en la relación entre los distintos sexos y sin el desarrollo de un nuevo concepto de amor, lo que ella define como el amor camaradería. Esto explica la importancia que otorga la autora a la crisis sexual, un tema hasta el momento silenciado.
  • Sin la reeducación psicológica de la sociedad, la profunda crisis sexual no tiene solución. Sostiene que esta reeducación psicológica necesita para desarrollarse un profundo cambio en las relaciones socioeconómicas, pero lo que la diferencia de sus posturas es la imperante necesidad de una lucha específica que combata la ideología y moral burguesas. Para Kollontái, es en el mismo proceso revolucionario donde se comienza a configurar una nueva ideología y una nueva moral propia de la nueva clase hegemónica.
  • El amor como herramienta de cambio social debe ponerse al servicio de la nueva clase para avanzar en una nueva moral. El amor es, para Kollontái, un poderoso instrumento para consolidar el poder. Para apuntar este argumento, señala que todas las sociedades en pugna por el poder han diseñado su propia idea del amor al servicio de las necesidades de organización socioeconómica. Por lo que considera que el proletariado debe desarrollar su propio concepto de amor ayudado del método científico del marxismo y de la experiencia del pasado.
  • El feminismo es un movimiento que debe estar inmerso en el comunismo, dado que es dentro del seno del sistema capitalista donde se producen las desigualdades que desfavorecen a la mujer y es el que sostiene ideológicamente las políticas de propiedad privada que llevan no solo a la formación de la institución familiar como mecanismo de acumulación de capital, sino también a la concepción del amor como una de las formas de apropiación que manifiestan este concepto de propiedad privada. Así, a través de la revolución comunista y la instauración de la dictadura proletaria, la mujer es liberada de las tareas históricamente asignadas a su género y la nueva sociedad comunista ve sus ideales de amor cambiados por una multiplicidad de lazos subyacidos en principios de camaradería y unión.

Sin lugar a dudas, los planteamientos de Kollontái en lo referente a la emancipación de las mujeres fueron un valioso aporte para el socialismo internacional. La suma a la necesidad de una revolución en el ámbito de la producción y reproducción en el espacio doméstico, de una verdadera revolución en el ámbito de las relaciones personales supusieron un gran aporte en un período en que, con el desarrollo de la revolución y los debates que se abrieron en ella, las mujeres consiguieron un avance en cuanto a derechos civiles nunca visto en la historia -expresado en el Código Civil de 1918-. La igualdad respecto a los varones ante la ley, el derecho al divorcio y el derecho al aborto legal y gratuito sentaron las bases hacia la verdadera independencia de las mujeres respecto a estructuras como la familia o la Iglesia. Pero esta situación fue truncada por el estalinismo. Junto al destino de miles de revolucionarios perseguidos, encarcelados y asesinados, paradoja mediante, en nombre del socialismo, se desacreditaron todas las ideas que, como las de Kollontái, se habían divulgado en los primeros años de la revolución.

Equivocada o no en su práctica, Aleksandra Kollontái no marginó en sus planteamientos la sensibilidad por las necesidades y deseos de los demás, la falta de interés por el poder en sí, la búsqueda de la felicidad cotidiana para todos y el rechazo de la competitividad personal.

Aleksandra no sólo le puso el cuerpo, sino también el intelecto a la Revolución más importante del siglo pasado, con un pensamiento de avanzada a su época.

 

Algunos libros de Kollontái:
  • La bolchevique enamorada
  • Marxismo y revolución sexual
  • Autobiografía de una mujer sexualmente emancipada
  • Feminismo socialista y revolución
  • La mujer ante el desarrollo social
  • Comunismo y Familia
  • La oposición obrera: El papel de la ideología bolchevique en el surgimiento de la burocracia
  • El amor de la abeja obrera
  • Memorias

Federico Lezcano del Balzo – Periodista

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