Tesis para otra historia del Chaco-Segunda Parte

Por el


Tesis 1.

El mito de la Campaña de “Pacificación del Chaco” como discurso-máscara para ocultar un genocidio.

Primera Tesis: La metáfora del desierto verde como narrativa fundante para una Historia Oficial del Chaco, que fija su inició en 1878, como reedición del magno relato nacional de civilización y barbarie. Emanciparnos de ese mito es condición de posibilidad para la emergencia de una u otra historia, la de sus voces y memorias de las otredades silenciadas y acalladas: la de un territorio pluricultural y plurilingüe.

En esta entrega, abordaré la segunda parte de esta primera tesis. Este ensayo propone una serie de tesis para reinterpretar la historia del Chaco, en términos de deconstrucción de los mitos fundantes que operan como representaciones sociales hegemónicas. Porque su obstinada vigencia constituye los obstáculos epistemológicos principales la madeja de prejuicios que nos impide comprender que somos hijas e hijos del Chacú pluriverso, una tierra cuya principal riqueza es la diversidad cultural, lingüística, étnica y de género.

1-La campaña al llamado desierto del Chaco fue un genocidio

Poco después del fin de la 2ª Guerra Mundial, el jurista polaco Rafael Lemkin introdujo en su libro “El poder del Eje en la Europa ocupada” el concepto de genocidio(1). Allí aclaró que no debe entenderse sólo como la matanza del grupo o la etnia, sino que «es una serie de acciones coordinadas que tienen como fin la destrucción de las bases fundamentales que sostienen a una nación o etnia». Los objetivos son «la desintegración de las instituciones políticas y sociales de cultura, religión, lengua, sentimientos de pertenencia nacional y sobrevivencia económica y la destrucción de la dignidad, seguridad, salud y la vida de este grupo.»

«(…) El concepto de genocidio. Allí aclaró que no debe entenderse sólo como la matanza del grupo o la etnia, sino que ‘es una serie de acciones coordinadas que tienen como fin la destrucción de las bases fundamentales que sostienen a una nación o etnia'».

El genocidio entonces, según Lemkin, puede realizarse tanto si se deja a la población en su espacio como si se la expulsa de éste y se la sustituye con la población del grupo opresor.

Dicho de otro modo, no podemos comprender lo que es un genocidio si no descubrimos la matriz de sentido cultural desde el que se funda y sostiene la necesidad de excluir, disciplinar y/o exterminar a las otredades percibidas como enemigas. Porque no hay procesos de colonización política y económica sin la colonización cultural –y la que le sigue, la pedagógica-, de las subjetividades, que opera como su condición de posibilidad para la implantación de un determinado orden socio-económico que se busca imponer como nuevo sentido común naturalizado.

Walter Benjamin(2) escribió en su «Tesis de la Filosofía de la Historia» que había que pasarle a la historia el cepillo a contrapelo, para releerla y reescribirla desde el punto de vista de las víctimas.  Porque todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie. O como escribió Ernest Renan(3) en «Qué es una Nación», en el origen de las naciones hay un pacto de olvido sobre un acto criminal que la hace posible, dado que una monoidentidad se afirma sobre otras culturas como la auténtica. Lo que Rodolfo Kush llamará la imposición del Ser Europeo como único sujeto portador de razón de la historia sobre el “estar siendo americano”.

«Había que pasarle a la historia el cepillo a contrapelo, para releerla y reescribirla desde el punto de vista de las víctimas.  Porque todo documento de cultura es a la vez un documento de barbarie.»

El desierto como el mal a erradicar, como coartada genocida en el sur y en el norte argentinos, donde será llamado “desierto verde”. Su origen: el mito fundante del estado argentino: civilización/barbarie creado por Sarmiento en su libro Facundo.

Había que construir una Nación en el desierto argentino sólo habitado por salvajes. Desierto o vacío, geográfico-cultural en el que sus habitantes son salvajes, objetos y no sujetos de la historia, como sostenía el eurocentrismo.

2-La Campaña del Desierto verde

“El Presidente Julio A. Roca envía al Senado, a principios de 1884, un proyecto de ley donde solicita 500 mil pesos para movilizar la Guardia Nacional y crear un regimiento de voluntarios “a los fines de la ocupación militar del Chaco”. Buscaban la “pacificación del Chaco”. Porque hacía 14 años que venían haciéndole la guerra, pero no lograban someterlos, a pesar de que ya habían matado a miles de indígenas, pero las campañas parciales no lograban reducirlos, como bien lo atestigua Ramón de las Mercedes Tissera(4), en su libro “Chaco, Historia General” y también Eduardo Barreto(5).

1884: La estrategia de Victorica consiste en coordinar desde los cuatro puntos cardinales el desplazamiento de cinco cuerpos de ejército en doce columnas: desde Resistencia por el este, desde Formosa por el norte, desde Salta, Santiago del Estero y Córdoba por el oeste y desde Cocheréc por el sur. Buscaba converger sus fuerzas hacia La Cangayé, la antigua reducción de indígenas que los españoles mantuvieron entre 1780 y 1793 en la margen derecha del río Bermejo. La consigna es penetrar como sea en el territorio, desde todas las direcciones, ocuparlo y “pacificarlo”.

Cuatro grandes caciques son los jefes generales que defienden sus tierras cuando cinco grandes columnas del ejército, comandadas por Benjamín Victorica inician la llamada campaña de pacificación y colonización del Chaco, del desierto verde del norte, en el marco de “la guerra contra el indio del Chaco”, declarada por Sarmiento en 1870 y finalizada el 31 de diciembre de 1917 por un decreto del Presidente Hipólito Irigoyen.

Me detendré en la evocación de la figura de Meguexogochi, el líder Qom más legendario, porque además de gran guerrero y estratega tiene el don del lenguaje, y cada vez que su gente está acorralada realiza pactos con los militares, pide condiciones para rendirse, alimentos y ropa, pero nunca se entrega y sigue combatiendo. Así lo hizo cuando en octubre de 1884 tras un cruento combate con los militares, el coronel Uriburu le ofrece una paz honrosa, con entrega de víveres y reconocimiento de dominio de tierra a sus dueños naturales. Acepta pero pide una tregua para reunir la gente dispersa. Consulta con el líder Sinatqui, a quien apodan Cambá. Sospechan una trampa. Exige que se entreguen primero los abastecimientos y después se arreglarán las condiciones de paz. Pero la tierra es nuestra dice. Pero no nos rendimos dice. Reanuda entonces el enfrentamiento.

Pero Uriburu desconoce esa decisión. Por eso las cinco columnas del ejército cuyo propósito es pacificar el territorio nacional del Chaco convergen hacia La Cangayé. El ministro Benjamín Victorica prepara el acto culminante de su campaña. Sabe que han derrotado al enemigo principal, los guaycurúes. Sin embargo, ningún grupo toba ni mocoví se ha rendido.

Inútilmente espera seis días en La Cangayé a Mesoschí como le decían los militares, que había prometido presentarse a prestar acatamiento.

Uriburu no se conformaba con los resultados conseguidos. Necesitaba la rendición, la derrota completa, moral, de los guaycurúes. Sentía que por culpa de Mesoschí había quedado en ridículo ante Victorica y Obligado. Lo volverían a atrapar y una vez más pactará con ellos y se les volverá a escapar. No tendrán noticias suyas hasta un año después cuando logren atraparlo. Meguexogochi se sabía cercado, pidió a su gente que huyera, él se quedaría a esperar a los militares, que con su entrega pensaba que se terminaría las persecuciones. Un grupo de los más cercanos deciden permanecer con él. El anciano Augusto Soria, escribirá Orlando Sánchez(6), recordará sus palabras de despedida a quienes huirían, como una profecía:

«Lo llevarán junto a su gente, encadenado, hasta Fortín Roca y ahí lo encarcelarán, lo juzgarán y lo condenarán junto con otros jefes y guerreros qom por atacar y matar a soldados argentinos. Después los arrastrarán acollarados por la orilla del río Teuco hasta Puerto Bermejo y desde ahí lo embarcarán en un buque de guerra que navegará por el Paraná. Luego de que hacen la primera parada, en el puerto de Santa Fe, no vuelven a ver al cacique Meguesoxochi. Nace así su leyenda. Porque algunos dirán que fue arrojado al río, como lo cuentan Augusto Soria, según relatos de un tío suyo, o Juan Zorrilla, otros que logró escapar, como Pablo Yorki, porque se lo contó su abuelo que fue uno de los sobrevivientes de esa travesía; otros que en momentos de peligro lo ven cabalgar por el monte en auxilio de quienes necesitan su ayuda. Es el primer desaparecido del ejército argentino en el Chaco.

En septiembre de 1911, mientras se tendían los primeros ramales ferroviarios, el General Enrique Rostagno encabezó la última campaña militar del Chaco (la anterior había sido en 1899). Ocho mil indígenas fueron reducidos sin oponer resistencia, escribe ese general en su parte de guerra que presenta como libro en el círculo militar en septiembre de 1969.

“Estas tierras nuestras son las que están codiciando los blancos, quieren quitarnos, pero después que nosotros seamos dominados por la fuerza, entonces nuestros hijos serán despojados y huirán de un lugar a otro no tendrán más tierras, pero cuando vuelvan a multiplicarse otra vez los que se salven de esta destrucción, ellos reclamarán sus derechos a esta tierra que antes era de nuestros antepasados”.

¿Dónde fueron a parar esos ocho mil de los nuestros sometidos por los militares en 1911? A los obrajes, a los ingenios, a los fortines y estancias y puertos de los patrones, como mano de obra esclava. La reducción de Napalpí se funda ese mismo año, con más de mil personas cuyo líder era el jefe Caballero, tal como escribe Juan Chico(7) en su texto «Las voces de Napalpí», apresados por los militares de Rostagno.

El sometimiento seguido del disciplinamiento de los indígenas sobrevivientes fueron los objetivos de la Campaña del desierto del norte, diferentes de la del sur, como escribió el historiador Nicolás Iñigo Carrera, porque en el Chaco la explotación de sus riquezas, de sus recursos naturales, de sus bosques y cañadas, demandaba abundante mano de obra, esclava, que llamaban “brazos baratos” … Porque así lo había escrito el ministro Victorica: “No dudo que estas tribus proporcionarán brazos baratos a la industria azucarera y a los obrajes de madera…Si bien considero indispensable, también, adoptar un sistema adecuado para situarlos permanentemente en los puntos convenientes limitándoles los terrenos que deben ocupar a efectos de ir poco a poco modificando sus costumbres y civilizándolos”.

La colonización cultural en buen romance. “La Guerra contra el indio se había hecho para crear el desierto con el pretexto de abolirlo, para que esa vasta región del Gran Chaco, ahora libre de indígenas, fuera espacio propicio para las grandes especulaciones y negociados de tierras públicas”. Eso escribió Ramón de las Mercedes Tissera, quien concluye: “De este modo, los 5 millones 600 mil hectáreas de las actuales provincias de Chaco y Formosa, resultantes de tal campaña, fueron adjudicadas a 112 propietarios particulares, entre los que predominan grupos y familias británicos y franceses (los hermanos ingleses, Carlos y Jorge Hardy, fundadores del Ingenio de las Palmas, recibieron más de 100 mil)”.

(1)¿Qué es genocidio? Introducción de la 7ª edición de la Revista Iconoclasta. Marzo de 2017. En:https://es.scribd.com/document/342852229/Iconoclasta-

(2)BENJAMIN, Walter (1989). Tesis de la filosofía de la historia. En. Discursos interrumpidos I. Buenos Aires: Editorial Taurus.

(3)RENAN, Ernest. ¿Qué es una Nación? Conferencia dictada en la Sorbona, París, el 11 de marzo de 1882. En: http://enp4.unam.mx/amc/libro_munioz_cota/libro/cap4/lec01_renanqueesunanacion.pdf

(4)TISSERA, Ramón de las Mercedes (2008). Chaco, Historia General. Resistencia: Librería Editorial De la Paz.

(5)BARRETO, Eduardo (2017). Manuel de Historia para primer año. Resistencia: Editorial Contexto.


(6)SÁNCHEZ, Orlando (2017). La Historia de los Qom del Gran Chaco contada por sus ancianos. Colección Nuestras Voces. Resistencia: Editorial Contexto.

(7)CHICO, Juan (2017). Las voces de Napalpí. Colección Nuestras Voces. Resistencia: Editorial Contexto.







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