Repatriación de restos qom: el rol de la ciencia y el estado sobre la cultura originaria

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“Se trata de un hecho histórico: es la primera vez que se da en la región”, así define Juan Chico a la repatriación de los restos de sus hermanos qom, desde el Museo de Ciencias Naturales de La Plata a sus tierras en Chaco. Es que después de estar 130 años expuestos como “trofeos de guerra u objeto de estudio”, que hayan sido retirados del museo, sin dudas lo es. Y no sólo se trata de un suceso que quedará plasmado en la historia sino, sobre todo, de un “hecho político para nuestro pueblo indígena”, explica el historiador del pueblo qom.

La historia que aprendimos en la escuela, la que aún cuenta el sistema educativo, se ha encargado de hacer invisible estos hechos. Pero, como expresa Lito Nebbia, “si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia…”; y ya ha comenzado a ser escrita y contada por los que han perdido.

De esa “otra historia” es de la que se ocupa Juan Chico, uno de los pocos escritores de su comunidad que, apartándose de la costumbre qom de transmitir su cultura mediante la oralidad, ya lleva escritos seis libros con el fin de que no se pierda la cultura de su pueblo y de reivindicar los derechos vulnerados en otras épocas que hoy, a fuerza de lucha, pretenden que sean respetados.  

 

La ciencia deshumanizadora

En el nombre de la ciencia se han hecho y aún se hacen estragos. Las comunidades originarias lo vienen sufriendo con la sangre de sus pueblos. Chico pone la mirada sobre el rol de la ciencia y sobre el del Estado en estos procesos. “En el período de genocidio sistemático que se da en la Argentina entre 1870 y 1890, estos y otros cuerpos, en muchos casos en vida, fueron llevados para ser estudiados para luego ser expuestos después de muertos en museos”, comenta mientras explica esos sucesos que nos niega aún hoy el sistema educativo y sus triunfalistas historiadores. “En ese proceso de genocidio el rol de la ciencia fue clave. La ciencia, la iglesia y la sociedad civil acompañaban el proceso de genocidio. Así como pasó en la última dictadura militar. Por eso, estos hechos que ocurrieron más allá de 100 años nos interpelan, porque hasta el día de hoy hay sectores que no han cambiado su idea con respecto al pueblo indígena”.

Parece incomprensible suponer siquiera que se expongan seres humanos, que antes habían sido estudiados como conejitos de laboratorio, y muchos de ellos analizados en vida para luego matarlos y así poder exhibirlos como piezas de museo. Sin embargo, pasó en La Plata y sigue pasando en el Museo de Antropología de Salta donde exponen tres cuerpos muy bien conservados por el frío, dos niñas y un niño inca hallados en marzo de 1999, en la cumbre del volcán Llullaillaco. Así como ocurre con otras exhibiciones indecentes que en el nombre de la ciencia se sostienen en la actualidad. “Su nombre lo dice -indica Juan con vehemencia- Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Uno ingresa viendo un gliptodonte y de repente te encontrás con un ser humano que es un indígena. El mensaje que querían dar es que los indígenas no pertenecen al género humano, sino a la naturaleza. Sin dudas es un discurso muy sutil que mucha gente, que por años pasó por allí, fue absorbiendo. Esa gente ve como algo normal que nuestra gente esté exhibida como trofeo o como objeto de estudio”.

¿“Héroes” o “genocidas”?

Aún hoy, conociendo detalles históricos de los responsables de las matanzas indígenas, se los sigue enalteciendo. “En Chaco fue durante lo que se conoce en la historia como la Campaña del Desierto Verde, que se dio en su mayoría en la zona de Resistencia, Presidencia Roca, Pampa del Indio, Bermejito, Lavalle o comunidades aledañas. En ese proceso, nuestros hermanos fueron llevados al Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Muchos de ellos fueron prisioneros o bien lograban que se rindan. Porque las promesas de los militares eran: “Si ustedes se rinden, vamos a respetar sus vidas”. Y así engañados, jóvenes y ancianos se rendían y teníian como destino la Isla Martín García o bien ser vendidos como esclavos en la zona de Retiro, donde se vendía a las niñas y a los niños y  jóvenes se los incorporaba a la Marina o al Ejército”.

En el caso de estos nueve cuerpos identificados, se comprobó que fueron fusilados. “Lo peor es que se sabe quién los fusiló: el coronel Manuel Obligado, que aquí en Resistencia se lo sigue honrando con el nombre de una calle y hasta uno de los principales salones de la Casa de Gobierno lleva su nombre. Para nosotros es como si para ustedes ese lugar llevara el nombre de Massera, Videla o cualquier otro genocida”, sugiere indignado el historiador que insiste en la desidia que reina sobre la opresión indígena. “Lo que nos preocupó y nos sigue preocupando es que el sistema educativo y el Estado siguen endiosando o poniendo en alto a muchos de los grandes genocidas de los pueblos indígenas. Como el caso de Obligado”, indica aunque se ilusiona porque “seguimos trabajamos con la esperanza de que en el sistema educativo se incorpore la historia de los pueblos indígenas”.

La Ceremonia según su espiritualidad

“Fuimos con Leo Lorenzo de Fortín Lavalle, si bien no es un anciano, sí un hombre de mucho conocimiento de nuestra cultura. Él hizo una ceremonia muy íntima cuando recibimos los cuerpos. Y fuera del museo estaban comunidades del pueblo mapuche y el coya que nos acompañaron e hicieron otra ceremonia de acuerdo a su espiritualidad”.

Aquí hay un claro ejemplo de cómo miramos al originario con una visión homogeneizada y general. Con una idea que creemos acabada de un mundo que apenas conocemos y pretendemos juzgar desde el irrespeto absoluto y la más clara ignorancia. “En la Argentina somos 38 pueblos indígenas y en general compartimos muchas cosas de la espiritualidad. Sin embargo, hay diferencias; por ejemplo en el caso del trato con nuestros muertos. Nosotros creemos que en realidad las personas no muere sino que pasan a otra vida. Y en nuestro pueblo hay quienes pueden comunicarse con ellos” cuenta Juan, al tiempo que se detiene en detalles íntimos de una ceremonia muy honda para su comunidad: “En este caso hemos hablado con los cuerpos, explicamos que sólo éramos unos enviados a buscarlos, les hemos pedido permiso para sacarlos del museo con todo el respeto que se merecen, más teniendo en cuenta que son nuestros ancianos”.

130 años pasaron para esta restitución. Para este reconocimiento que lograron comenzar a instalar en el Primer Seminario sobre Genocidio Indígena, desde la Fundación Napalpí y junto a las comunidades, cuando hicieron el pedido formal ante el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). “Y así fue que el Museo de Ciencias Naturales de La Plata se comunica con nosotros para confirmarnos que para el 12 de julio estaban disponibles y podíamos sacar los cuerpos de ahí”, detalla Juan con un rostro cargado de satisfacción, aunque con la certeza de que aún hay mucho por hacer y por lo que luchar para que su pueblo sea reivindicado.

“Este es un hecho muy triste por un lado, pero por otro es un hecho de alegría, porque hoy podemos restituir a nuestra gente que durante más de cien años estuvo expuesta en el museo y ahora poder hacer que vuelvan a su territorio, donde murieron defendiéndolo, significa alegría para nosotros”.

El interés de Juan porque no se pierda la cultura de su pueblo y contar esa “otra historia” que omiten los manuales escolares, lo ha llevado a plantear ante su propia comunidad, precisamente a los ancianos, la necesidad de escribir sobre estos hechos y que queden registros de textos que puedan ser estudiados como parte de la historia de nuestro país. “En los últimos años desde varios sectores de mi pueblo venimos trabajando para pasar por escrito a la memoria oral. Nuestros abuelos, nuestros ancianos son nuestra biblioteca viviente, porque las costumbres indígenas así lo indican. Pero cuando alguno se muera, es importante que esas historias, esos saberes queden en los textos. No es fácil la tarea, porque a ellos les cuesta mucho hablar de estos hechos que los remiten a situaciones dolorosas de nuestro pueblo”, explica el escritor qom, aunque reconoce que con el tiempo los ancianos fueron comprendiendo que es la manera de subsistir como comunidad, de no morir otra vez, en este caso ante la implacable pluma de la historia contada por “los que ganan”.

 

El Pioxonac para el pueblo qom es una persona que tiene un conocimiento profundo del mundo espiritual, un líder de una sabiduría particular. Juan nos abre un poco de ese mundo para que podamos comprender mejor a su cultura. “Mi abuela cuando falleció a los 100 años, en el 2012, era la tercera vez que moría. Ella les dijo a sus hijas que era su última oración porque iba a morir y fue así. Mis tías lo entendieron. En nuestra cultura los viejos preparaban a la familia para entender ese proceso doloroso y traumático que es perder a un ser querido”.

No a todos les pasa en la comunidad, “sí a quienes tienen una espiritualidad muy profunda”, explica Juan anhelando haber podido contar con esos “dones” y profundiza en detalles que lo llevaron a entender “la mirada del hombre blanco sobre nuestro pueblo. Cuando sucedió eso yo pude entender algo que, de chico, había escuchado en la escuela: que los indígenas no tienen sentimiento, ni siquiera lloran a sus muertos. En realidad lo que ocurre es que nuestros ancestros nos preparan para esa despedida y la vivimos de otra manera, con otros rituales.Tenemos otra mirada sobre la muerte”.

 

El machismo en una comunidad matriarcal, influencia religiosa

Poco conocemos de quienes originariamente poblaron estas tierras. Poco sabemos y cuánto pudimos aprender de los indígenas es que estaban en su suelo, que fue invadido y que defendieron con su sangre de la hostilidad del “hombre blanco”. Y de aquellos que lograron sobrevivir a las balas, pero que fueron aniquilados en sus creencias para poder “pertenecer”. Cuánta equidad podría habernos impreso esa cultura y cuánta violencia pudo haberse evitado en una sociedad que hoy lucha contra el patriarcado.

“Según la historia de nuestro pueblo qom, y el wichí también comparte esa creencia, el hombre estaba solo y la mujer bajó del cielo. A diferencia de las creencias cristianas que dice que la mujer salió de la costilla del hombre. La colonización evangélica fue tan fuerte que el 80 u 85% de nuestras comunidades de Chaco, Formosa e incluso Salta, se convirtieron” y esa conversión, también oculta la cultura de un pueblo primariamente matriarcal. “Nuestra comunidad es originalmente matriarcal. Creemos que la mujer es portadora de la vida, portadora del conocimiento y portadora del fuego”.

Todo eso se fue perdiendo con la colonización cristiana y “sus creencias que impone a Cristo como la cabeza de la iglesia, al hombre primero y la mujer cada vez más en el fondo”, analiza el escritor qom.

“Yo crecí aprendiendo de mis dos abuelas mujeres, eran las verdaderas portadoras del conocimiento y de la vida misma. Fueron las que transmitieron la herencia cultural incluso a pesar de la intromisión de la evangelización tanto católica como protestante en los pueblos originarios”, sintetiza orgulloso de su cultura.

Juan entiende que “esto también sucedió por el sólo hecho de pertenecer. Muchos de los pueblos originarios se convirtieron a una religión distinta a sus creencias para poder ser aceptados en la sociedad”. En esa misma sociedad que hoy los mira por sobre el hombro, pero que a fuerza de lucha tenaz de gente como Juan, deberán apreciar, valorar y enaltecer a esta cultura de la cual tenemos mucho que aprender.

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Categoria: Derechos Humanos/ Indígenas | Tags: , , | Comentarios: 1

Comentarios

Un comentario en “Repatriación de restos qom: el rol de la ciencia y el estado sobre la cultura originaria

  1. Muy buena la Nota. Ojala Juan pueda desarrollar su actividad como escritor y pueda dejar documentada su cultura. Todos estamos destinados a perecer en el tiempo, pero cuanto mas hagamos para sostener y generar la cultura mas tiempo vamos a resistir.

    https://www.youtube.com/watch?v=pskk4jWdXnA

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