Libros plurilingües para descubrir nuestra historia

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A diez años del histórico pedido de perdón, en nombre del Estado del Chaco, del por entonces gobernador Jorge Milton Capitanich, a la Abuela Qom Melitona Enrique, última sobreviviente de la Masacre de Napalpí –acaecida el 19 de julio de 1924-, y a los Pueblos Originarios del Chaco, por ese y otros crímenes cometidos a lo largo de nuestra historia, el 16 de enero de 2008, el día en que la Abuela Melitona cumplía 107 años, proponemos leer y releer nuestra Historia del Chaco a partir de los libros de la Colección “Nuestras Voces”, escritos por escritores, historiadores, investigadores y lingüistas indígenas.

Colección Nuestras Voces

Para ser una provincia pluricultural y plurilingüe debemos reconocer a nuestra diversidad como fuente de riqueza, no pensarla más como carencia. Por eso hablar de historia y de cultura significa superar la visión monoidentitaria de una única tradición para narrar y representar las experiencias vividas y por vivir sin excluir, sin estigmatizar. Hablamos entonces de memorias y de culturas, de voces y de tradiciones, es decir, de las diversidades que nos constituyen. Hablamos entonces del Chacú original que nos nombra, desde una de sus más bellas y potentes acepciones, unión o junta de naciones, resignificada en 2008 como “unidad de lo diverso para la búsqueda del horizonte colectivo”.

Este es el ideario de esta colección que se propone aportar a la recuperación y revalorización de tales memorias y culturas, a través de los textos de escritores de nuestros pueblos originarios.

Hasta el presente se han publicado cuatro libros: Las Voces de Napalpí de Juan Chico (en qom y en castellano), “Relatos Wichí”, de Ernesto Avendaño, “Vocabulario Mocoví” de Roberto Ruíz e Historias de los Qom del Gran Chaco contadas por sus ancianos de Orlando Sánchez.

En esta ocasión, abordamos la lectura de “Las Voces de Napalpí” de Juan Chico.

Las voces de Napalpí, de Juan Chico, escritor, investigador e historiador lúcido y valiente es un texto fundamental para todo ciudadano chaqueño y argentino que quiera conocer a fondo los por qué ocultos de nuestra historia contemporánea. Porque indaga tanto en los documentos escritos, en las evidencias que éstos dejaron, como en la memoria de su comunidad. Porque narra desde las voces de dos sobrevivientes, la abuela qom Melitona Enrique y el abuelo moqoi, Pedro Balquinta, para desocultar la historia de un crimen colectivo, un etnocidio de más de 400 víctimas qom y moqoit, mujeres, hombres y niños, el 19 de julio de 1924, para acallar una huelga pacífica que realizaban los trabajadores de la Reducción Napalpí, por condiciones dignas de trabajo, ya que sólo le pagaban en vales, que debían consumir en la proveeduría de los patrones. Además, le habían prohibido abandonar el Territorio del Chaco, para trabajar en la zafra, en Tucumán, donde le pagaban también poco, pero al menos en pesos y no en vales.

Napalpí no fue un hecho aislado. Hay que integrarlo con otros hechos como los de la masacre de El Zapallar en 1933 y Rincón Bomba, en Formosa, en 1947, solo por citar tres casos conocidos que no agotan la trágica serie de violaciones a los derechos humanos contra nuestros pueblos originarios. Así como también en la trágica saga de masacres contra trabajadores que habitaron el suelo argentino en las primeras décadas del siglo XX. La continuidad de estos atropellos en nuestra actualidad, la persistencia de las viejas razones de apropiación de las tierras y sus recursos naturales en manos extranjeras, la construcción del estereotipo del enemigo interno nacional encarnado en los indígenas, nos obligan a hacer memoria para iluminar las interpretaciones hegemónicas del presente.

Hay que ver a Napalpí como la continuación y profundización de la campaña del desierto del Chaco. En la última de sus acciones militares, el General Rostagno que la encomendó, escribe en su Parte de Guerra –presentado en forma de libro en 1969 en el Círculo Militar- que 8 mil indígenas chaqueños fueron reducidos en 1911. ¿Dónde fueron a parar esas ocho mil personas? A los obrajes, a los ingenios, a los fortines y estancias y puertos de los patrones, como mano de obra esclava.

La Reducción de Napalpí se funda precisamente ese mismo año y allí van a parar 1.600 indígenas del líder Caballero.

El sometimiento, seguido de disciplinamiento de los indígenas sobrevivientes, fueron los objetivos de la Campaña del desierto del norte, diferentes de la del sur, como escribió el historiador Nicolás Iñigo Carrera, porque si en la Patagonia las inmensas estancias ovinas necesitaban una fuerza de trabajo mínima, en el Chaco y norte argentino la explotación de sus riquezas, de sus recursos naturales, de sus bosques y cañadas, demandaba abundante mano de obra, esclava, que llamaban “brazos baratos”..

“La Guerra contra el indio se había hecho para crear el desierto con el pretexto de abolirlo, para que esa vasta región del Gran Chaco, ahora libre de indígenas, fuera espacio propicio para las grandes especulaciones y negociados de tierras públicas”. Eso escribió Ramón de las Mercedes Tissera, quien concluye:

“De este modo, las 5 millones 600 mil hectáreas de las actuales provincias de Chaco y Formosa, resultantes de tal campaña, fueron adjudicadas a 112 propietarios particulares,  entre los que predominan grupos y familias británicos y franceses (los hermanos ingleses, Carlos y Jorge Hardy, fundadores del Ingenio de las Palmas, recibieron más de 100 mil)”. La escritora Sandra Lorenzano escribe en un poema sobre “el concierto de las voces insepultas de la memoria”. De eso se ocupa precisamente Juan Chico en todos sus libros e investigaciones: en desenterrar esas voces rigurosamente vedadas a nuestra memoria y en este caso, que constituye un verdadero acontecimiento, en dar voz a los sin voz, porque este texto es un libro-testimonio, el de dos ancianos centenarios, Melitona y Pedro, que recién en el tramo final de sus vidas, en el tiempo histórico argentino de Memoria, Verdad y Justicia, pudieron encontrar una sensibilidad social y política capaz de empezar a derrotar tanta poderosa maraña de impunidad. Porque encontraron además al historiador de su pueblo, al indagador de su comunidad.

El conjunto de evidencias ofrecidas en este libro pone de manifiesto con trágica contundencia el rostro siniestro de la masacre. Revelador tanto por lo que demuestra, como por lo que calla, tanto por el interés muy minoritario de revelar la verdad como por los afanes político partidarios y económico-corporativos por silenciarla, tanto por la concepción antropológica de ese entonces –todavía en buena medida vigente desgraciadamente- que concibe a los pueblos originarios como objetos de estudio y no como sujetos de derechos- como por la campaña de desinformación sistemática de gran parte de la prensa nacional y local que buscaban invisibilizar las protestas sociales que tanto en el sur como en el norte y centro del país las obreros, campesino e indígenas llevarían a cabo por esos años.

Pero como escribe Juan Chico “la sangre tiene memoria y aunque tarde en llegar se convierte en río y entonces ya no es posible seguir negando”.

Francisco «Tete» Romero- Escritor, docente y editor.

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