Aquellos años felices


De alguna manera, la muerte del expresidente argentino cuyo apellido se evitaba pronunciar a viva voz me enfrentó con algo que venía rodeando aunque de manera esquiva: un ataque de nostalgia por los años ‘90. Antes de que me insulten, quiero aclarar que fueron los de mi adolescencia y primera juventud, lo cual los vuelve necesariamente cercanos en el afecto sin dejar de reconocer que tanto política, económica como culturalmente fueron nefastos para nuestro país.
Sin embargo, la música, el cine, las series y las lecturas acercan esos recuerdos desde otro lugar. Y es posible que, en plena pandemia, con aislamiento y restricciones varias los sentimientos contradictorios hayan aparecido más suavizados. Como esos amores a los que idealizamos, pero cuando se cae la máscara terminamos odiando.
En una misma semana, no sé si casual o causalmente llegaron a mis manos dos libros: “Retromanía” de Simon Reynolds y “Poeta chileno” de Alejandro Zambra. Cada uno en su género aborda esa época en la que muchos sentimos que fuimos felices aunque todo alrededor comenzaba a derrumbarse.
Retromanía es un ensayo impecable que analiza desde un punto de vista teórico pero también desde las experiencias y las lecturas una década con sus particularidades, en este caso a nivel mundial, que comenzó con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría a partir de la disolución de la Unión Soviética. Es más, Reynolds considera “que nunca antes una sociedad ha estado tan obsesionada como la nuestra con los artefactos culturales de su pasado inmediato” y se pregunta si eso implica una “sentencia de muerte para toda originalidad” o si son recursos que podrán volver a ser utilizados para explorar otros territorios creativos.
Por su parte, Poeta chileno es una novela muy divertida, de fácil lectura porque apela a la identificación con los personajes. Comienza prácticamente junto con la década y se extiende por los siguientes 30 años, atravesando la época que definió a toda una generación. Ambientada en Chile, es un libro que ironiza y desenmascara la pose algo snob de esa casta tan extendida en ese país para analizar las creaciones artísticas y culturales de manera transversal a las distintas generaciones que conforman una sociedad.
Pero también la música y las artes audiovisuales definen el apego a esa etapa histórica. Sin ir más lejos, a fines del año pasado, con el aislamiento o el distanciamiento aún en ciernes, series como Rompan todo, que aborda la historia del rock latinoamericano desde sus primeros pasos, se detuvo especialmente en esos años que nos marcaron tanto. Eso sin expandirnos a los productos audiovisuales que pululan en las distintas plataformas, que para quienes transitamos nuestros años felices en esos tiempos nos permite reconocemos como tribus por los hits que escuchamos o lo que vemos, no sin un dejo de tristeza porque en el fondo creemos que lo pasado es mejor, tal como lo planteó el ícono noventoso Gustavo Cerati.
Es complejo sintetizar las características que permitirían describir esa época. Volviendo a los libros y música citada en los párrafos anteriores se podría decir que la diversión, la simpleza, lo superficial, lo ameno pero también posibilitó la instauración del neoliberalismo como política económica en nuestro país, cuyas consecuencias sufrimos hasta estos días.
Ahora sobrevuelo a partir de mis consumos culturales los recuerdos de esa época y me atrevo a mirarlos con los lentes para la presbicia. Hasta hace poco no los usaba y eso impedía que viera con nitidez. Es preciso entonces pasar los retazos de memoria por ese cristal para sincerarlos, para no endulzarlos. Pero también para revisitar esos tiempos en los que fuimos felices y dejar de sufrirlos como un placer culposo.
Es probable que, precisamente porque vivimos épocas de incertidumbre respecto al futuro, mirar para atrás de manera compasiva y nostálgica sea una de las únicas maneras de sobrellevar la angustia.
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