Lo que sostiene a la humanidad

Por el
Ilustración Melisa Sotelo

Y las leyes siguen cambiando. Y un niño nace.

Spinetta, Un niño nace.

El acto que sostiene la existencia de la humanidad, sin lugar a dudas, ni a cuestionamientos, es el nacimiento. Sin nacimientos simplemente no estaríamos produciendo, trabajando, estudiando, pensando políticas públicas y un largo etcétera. Es lo que nunca deja de suceder. Tanto el nacimiento como la muerte son dos acontecimientos que no admiten pausa.

Se calcula que 140 millones de bebés nacen cada año en todo el mundo, sin embargo es el momento en donde la violencia está más aceptada y naturalizada, como quizás en ningún otro; en donde el patriarcado a través de la voz de la ciencia médica y del capitalismo perpetua incesantemente la violencia machista hacia las mujeres, negando toda posibilidad de voz o de pensarnos de manera autónoma. Aunque sea nuestro cuerpo, la lógica de las clínicas o los hospitales jamás permite que sea nuestra la decisión.

Según la Organización Mundial de la Salud la mayoría de los nacimientos ocurre sin ninguna complicación, tanto para las madres, como para sus bebés. Sin embargo, señalan con preocupación que en los últimos 20 años, ha aumentado el uso de intervenciones,  que anteriormente se realizaban para evitar o tratar complicaciones, y que la ejecución de cesáreas continúa creciendo día tras día.

La maquinaria mercantil del nacimiento socava por completo el derecho a decidir, pero mucho antes aniquila perversamente la potencia y sabiduría que toda mujer tiene, por el simple hecho de ser un cuerpo con posibilidades biológicas de gestar, lo elija o no, parir es un saber que el cuerpo posee. 

El embarazo es un hecho natural, pero lo han vuelto parte del sistema sanitario patologizante, retirándolo del plano de la experiencia que se transmite entre  las mujeres de generación en generación y puesto en autoría y propiedad exclusiva del sistema médico, comercial por excelencia. 

El parto pasó a ser algo que “se le hace a la mujer”, y no algo que ella lleva adelante con su bebé; para los médicos cesaristas es un momento que se programa, quitándole su característica incierta y atemporal, en la que el cuerpo con una infinita cantidad de señales avisa que el momento ha llegado.

Las leyes siguen cambiando y unx niñx nace

Las conquistas legislativas avanzan; a nivel nacional desde el 2004 existe la  Ley 25.929 de Parto Respetado que garantiza, entre otros, el derecho a un parto normal, que respete los tiempos de la mujer y su intimidad. Que ella elija a la persona que desee que la acompañe durante el trabajo de parto, el parto y el posparto.

Esta normativa sostiene que sancionará la desobediencia de las obligaciones establecidas en dicho estatuto “por parte de las obras sociales y entidades de medicina prepaga, como así también el incumplimiento por parte de los profesionales de la salud y sus colaboradores y de las instituciones en que éstos presten servicios, por ser considerado una falta grave”.

En la actualidad el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación junto al Ministerio de Salud de la Nación, promueven la semana del Parto Respetado, así como también lo hacen las provincias y estas instituciones se constituyen en receptores de denuncias por violencia obstétrica, poniendo a disposición de todas las usuarias un número que las atenderá 24 horas.

Sin embargo las cesáreas siguen aumentando, el derecho a decidir es cada vez más acotado y la el respeto a la voluntad de las mujeres durante los partos depende más de la buena voluntad  y predisposición de las obstetras que de los sistemas de salud.

Otra de las instituciones que legisla a favor del respeto hacia las mujeres es la Organización Mundial de la Salud, que  cuenta con un protocolo de 56 recomendaciones y sugerencias para una experiencia de parto positiva, una de estas sugerencias sostiene que  “para el momento de dar a luz la madre tiene derecho de elegir la posición que le sea más cómoda”, es lógico casi por una cuestión de gravedad y por la posibilidad de hacer fuerza, que  el parto vertical -de pie o en cuclillas- permite que el nacimiento del bebé se dé con mayor facilidad y amerita menos intervención.

Es sabido que las mujeres no parieron siempre en camilla, que esa modalidad es colonial y patriarcal, ya que fue impuesta por el rey Luis XIV de Francia que dispuso que para que él pudiera presenciar el nacimiento de sus hijos, su mujer debía dar a luz acostada. Luego esa dinámica se generalizó y a partir de allí por las dificultades que traía a las mujeres, los médicos franceses tuvieron que inventar los fórceps para evitar consecuencias trágicas.

 Hoy en la gran mayoría de los sanatorios, obligan a las mujeres a parir acostadas en camillas, aunque esa posición haga más difícil y doloroso el parto. Los nacimientos son inevitables, ¿pero no es acaso una decisión política como recibirlos? Es también una decisión patriarcal destruir el poder que solo las mujeres tienen, mi cuerpo mi decisión jamás será real si en el hecho que sostiene a la humanidad, nos siguen violando cada día.

Arte: Mónica Vakaruk

Parir en pandemia

Los abusos y la falta de respeto a las normas que respaldan a las mujeres embarazas y la desinformación eran una constante en los servicios de ginecología y obstetricia de los sanatorios. Desde mediados de marzo a raíz de la pandemia el problema incrementó.

Otro de los problemas que trae este escenario es el estado generalizado de desinformación. La incertidumbre genera nuevas prácticas y sobre todo nuevas temporalidades con suspensión de estudios médicos en el embarazo y aletargamiento en las consultas de rutina, los controles mensuales, la realización ecografías y otros estudios (laboratorios, curva de glucosa, hisopado).

La OMS hizo un protocolo de recomendaciones para los nacimientos en el contexto de pandemia, en el cual sigue aconsejando el contacto piel con piel inmediato y la lactancia exclusiva, por los beneficios de la lactancia materna, aún en los casos sospechosos o confirmados de Covid-19. En la misma sintonía se posicionó el Ministerio de Salud de la Nación.

A su vez, aún con políticas de restricción de visitas, se permitiría la presencia de una persona elegida por la gestante como acompañante, tomando en consideración que la persona sea menor de 60 años y no posea enfermedades preexistentes.

También continúa recomendando el parto espontáneo vía vaginal si la condición clínica de la madre lo permite ya que, continúa el texto, la evidencia no muestra ningún beneficio de la cesárea en embarazadas infectadas por COVID-19. “Es importante evitar cesáreas injustificadas a fin de prevenir el nacimiento pretérmino y otras morbilidades en el recién nacido”. Nada de esto se cumplia antes y menos aún se respeta en la era del COVID 19 y el miedo reinante.

Nacer puede ser un hecho inevitable que implica al menos a dos seres humanos, cuando no a tres, es un acto que requiere tiempo, calma, paciencia y espera. No necesitamos más intervención, necesitamos si, más acompañamiento afectivo, información en el proceso, escucha, tiempo y por sobre todo respeto. Es inadmisible que en la primera consulta un ginecólogo nos diga si hace o no partos naturales, porque por un lado no es el médico el que lo hace y por otro tampoco es su decisión como una gestante desea parir.

La leyes existen, el derecho nacional e internacional ampara a que sean las mujeres las que estén en el centro de la escena, sin embargo seguimos desprotegidas y a merced los patrones obsoletos de un sistema médico patriarcal, profundamente arraigado en lo cultural y de un Estado que no prioriza, en su presupuesto, que el parto y los nacimientos sean humanizados.

Ilustración principal y texto Melisa Sotelo– Comunicadora Social. Para MODOMATRIA, revista digital de la Secretaría de Derechos Humanos y Géneros de la Provincia de Chaco.

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