El relato de una sobreviviente en primera persona

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Esta historia no es más que una, de la cantidad de relatos de sobrevivientes de violencias de género. Sin embargo ella pudo y puede alzar la voz, relatar en primera persona los padecimientos que debió afrontar durante su relación para que deje de pasar. Y si bien, penosamente no parece que el patriarcado y, junto con él, la violencia desplegada llegue a su fin en un futuro cercano, contarlo para generar conciencia y para que otras personas tomen envión para salir de ese círculo es por lo menos esperanzador.

Todo se remonta a agosto de 2017, cuando Victoria Deldo y Mauro Martínez iniciaron una relación. Al principio todo parecía ser “normal”, compartían salidas con sus amistades y familiares. La primera “discusión” fue en marzo de 2018, “Mauro empezó a insultarme y  denigrarme deliberadamente. Me decía que le pertenecía. Me sujetó de los brazos, me tiró al piso y empezó a romperme toda la ropa que llevaba puesta. Recuerdo que también tiró un reloj contra la ventana y la rompió”. Victoria sólo gritaba e intentaba zafarse pero nadie la escuchó esa vez, como tantas otras que sucederían luego. 

Casi como de manual del círculo de violencia, luego de la agresión, Martínez abandonó la habitación y no regresó hasta el día siguiente, donde hizo lo que hacen las personas violentas: “Me pidió perdón, dijo que no sabía qué le había pasado”. De ahí en más la relación se fue deteriorando. Un mes después, Victoria descubrió que estaba embarazada y  se lo contó. Él no parecía entusiasmado pero ella estaba decidida a ser madre, incluso le dijo que si no era lo que quería “podía irse”.

Pese a su estado, el panorama continuó violento y desolador. Siguieron las agresiones y siempre se repetía la vorágine. Martínez aseguraba que cambiaría, que eso no sucedería más y Victoria le creía. ¿Cómo no creerle? Si ella, como tantas, como la sociedad toda, creció mal aprendiendo y naturalizando la violencia machista. Porque las redes de la manipulación así funcionan. ¿O quién no ha querido salvar a alguien y con ello salvarse alguna vez? ¿Expiar la culpa que genera el mismo vínculo violento?

Un embarazo conlleva cambios en el cuerpo y la mente de una mujer persona gestante, pero aún más complejo es todo en estas circunstancias. Con sentimientos entremezclados de miedo, culpa y responsabilidad, el tormento continuó y ella fue víctima de incontables agresiones. “Una vez me hirió en la panza”, allí donde habitaba la hija de ambos. Él le quitó todo, su identidad, su seguridad, la percepción de sí misma, la tildó de mala mujer y psicótica. Mientras tanto, en el círculo familiar e íntimo, él se mostraba como una persona afable. Así funciona la violencia, dándoles herramientas a las personas violentas para sostener el caos que significa la convivencia.

Son tantos los recuerdos, es tal el dolor que todo parece muy cercano aún para Victoria. “Intenté escapar con mi bebé de sólo unos meses una de las veces que me insultaba, me gritaba que con una ‘puta’ no iba a estar. Esa vez, pasé la noche sola y herida, en una camioneta con mi bebé”

Decidida a terminar con la relación, volvió a la casa, buscó sus cosas y alquiló un departamento pero el martirio no cesó. Mauro la acosaba, rompió varias veces el timbre del portero eléctrico, intentó ingresar a la propiedad. Incluso, la policía intervino. Los dueños del departamento, al observar todas estas situaciones violentas, le propusieron rescindir el contrato ya que ellos estaban desbordados por la situación. “Este chico un día de estos te va a matar”, recuerda que le dijeron.

Martínez nunca conoció los límites, su violencia era tal que en mayo de 2019 no sólo aventó un ladrillo hacia el parabrisas de la camioneta de Victoria sino que también “se levantó la remera para mostrarme su arma de fuego 9 mm”.

Ejerció violencia hacia Victoria en innumerables ocasiones, pero también la pequeña hija de ambos tuvo que vivenciar esos momentos. Y pese a que tanto la madre como sus hermanas y amigas más cercanas ya daban cuenta de la situación, les resultaba muy difícil acercarse e intervenir.

En noviembre de 2019 tuvieron un acercamiento. Unos días antes del cumpleaños de su hija, Martínez revisó su celular (conducta violenta muy naturalizada en algunas parejas) y encontró conversaciones típicas de grupos de amigas. Esa vez también la “atacó y lastimó mucho”. Tanto que el día del festejo del cumpleaños de la niña, él la hizo usar una camisa de mangas largas, más allá del calor. La vergüenza era más dura y difícil de tolerar que el calor chaqueño. El miedo de estar cercada y cercenada por un varón violento y armado superaba todos los pronósticos.

Cansada de tanto dolor, inmersa en una profunda desolación, el 10 de diciembre de 2019 se presentó ante el Juzgado de Familia solicitando una orden de restricción, aunque “sin intentar alejar a Mauro de nuestra hija”.

En el mes de febrero el trato mejoró, Victoria accedía a que su hija pase tiempo con él, Mauro la devolvía y aprovechaba para manifestarle “lo mucho que la necesitada”. Aunque al día siguiente volvía a denigrarla.

El 11 de febrero de este año la citaron en la Fiscalía por cuatro denuncias. Martínez la esperó afuera para decirle: Fíjate qué vas a hacer, entras y vas a ver lo que te va a pasar. Yo nunca voy a ir preso”. Victoria sintió miedo. Se fue llorando, apesadumbrada. Ella sentía que él era impune, que la Justicia amparaba a un sano hijo del patriarcado.

El domingo 1 de marzo ella fue a Paso de la Patria a pasar el día con una amiga. Al llegar, Mauro ingresó a la casa y se apropió de su hija. “Salí afuera, quiero hablar con vos. No te voy a dejar vivir en paz nunca; donde te vea te voy a sacar de un brazo. Quien se ponga adelante lo voy a matar”, le gritó. Ella guardó silencio, esperaba a la policía. Cuando llegaron, él sostuvo que sólo había pasado y se retiró. Al día siguiente fue a su trabajo, intentó llevarse a la niña, escupió a Victoria y salió corriendo.

El martes 3 de marzo la amenazó de nuevo. Al día siguiente, Victoria se presentó en la fiscalía y declaró todo lo vivido, tal como se sucedieron los hechos día tras día.

El sábado 7 de marzo ella estaba tomando algo en un bar, él pasó y la intimidó haciéndole un gesto amenazante como asegurándole que iba a golpearla. Victoria quedó paralizada, Mauro se abalanzó intentando sacarle la cartera pero ella alcanzó a tomar el botón antipánico. “Apretá eso puta de mierda, prostituta. Apretá y vas a ver”, le gritó y luego fue hacia su auto y volvió como para tirarle una botella de agua. “Salí al boliche, vas a ver lo que te va a pasar”, la volvió a amenazar. Lo episódico: uno de los testigos de estos hechos, el fiscal especial en Género Jorge Cáceres Olivera, su amigo, entre otras personas presentes en el mismo bar, fue una de las personas que prestaron testimonio en la causa.

Entonces Victoria dio un paso extremo en búsqueda de ayuda como víctima que ha acudido al órgano judicial, pero seguía siendo violentada. Un paso que es desesperado, decidió publicar en Facebook lo que sucedía. Le pidió auxilio a la vicegobernadora Analía Rach Quiroga y ella misma, junto con la secretaria de derechos humanos y géneros, Silvana Pérez, se pusieron a su disposición junto con el equipo del Programa de Litigios Estratégicos conformado por el abogado Paulo Pereyra e Indra Boneta. Se constituyeron como querellantes en la Fiscalía Especial en Género N°11 a cargo de Héctor Valdivia, con el pleno acompañamiento del Estado. El paso vergonzante de exponer públicamente su vida, su dolor que parecía interminable, le abrió la puerta a soluciones, le tendió la mano estatal.

El mismo Estado que muchas veces dio vuelta la cara, ignorando lo que pasó durante años, hoy tomó un rol activo y decidió no permitir que estos patrones continúen repitiéndose, que esta no sea una historia más de violencia, sino que se transforme en la excepción en los vínculos humanos. Porque ahora, en el Chaco, la cuestión de género es política pública, porque hay mucho por hacer, pero ya no miran al costado. Porque hoy Victoria sigue con miedo pero ya no está sola.

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