En casa de herrero… corazón grande


En una casa del barrio 9 de Julio de Puerto Tirol vive, trabaja, enseña el oficio y el arte de la herrería. Se llama Marcelo Benítez, es carpintero desde los 19 años y hace cinco que se dedica a hacer arte con hierro. El patio del fondo se transformó en un taller, pero no cualquier taller. Todo está perfectamente ordenado, en las paredes hay dibujos, pinturas, proyectos. Un atelier.


Él no está solo. Tres chicos conversan, escuchan música y toman mate. Uno de ellos suelda una pequeña escultura. “La mañana es tranquila”, cuenta. Porque a la tarde se llena de jóvenes que vienen a aprender un oficio, pero también a demostrarle a la sociedad que no todo está perdido. Una larga mesa da crédito de que allí se comparte, no sólo conocimiento, sino una buena comida y la contención que tal vez no hallaron en otro sitio. Marcelo entendió que merecían una oportunidad y, junto a su compañera y su familia, les abrió las puertas de su casa y su corazón.


Aprendió el oficio para hacer arte: “Siempre con fines artísticos, siempre me gustaron las esculturas. Pero por no tener el dinero suficiente para poder comprar herramientas, me costó muchísimo avanzar a otro nivel. Entonces me dediqué a hacer otras cosas como muebles, que tuvieran más salida que las esculturas”.
Y así como es natural su afición al arte, también lo es el gusto por compartir con los jóvenes más desprotegidos. “Siempre me gustó trabajar con chicos que tengan tendencia a andar en la calle. La mayoría son de Tirol y nos conocemos todos. Son chicos que quieren mostrar algo, que quieren llamar la atención y yo sé que tienen algo que mostrarle a la sociedad. Ellos quieren que los vean y hay mucha gente que no se da cuenta de eso. ¿Qué hago yo? Trato de acercarme a esas personas para ver qué quieren hacer y darle una oportunidad, soldando, trabajando”.
Pero, ¿cómo hizo Marcelo para “llevarlos” para el lado del arte y no quedarse sólo con enseñar un oficio?
“Muy fácil, porque ellos ya quieren llamar la atención, quieren hacer algo en ese sentido. Yo trato de incentivarlos para que hagan algo para que la gente los vea. Las ideas de las esculturas vienen totalmente de ellos, yo los motivo, les doy las herramientas, las técnicas y el equipo de protección. Pero las ideas son de ellos”.


Son muchísimos los chicos que ya pasaron por el taller. “Nunca me puse a contar porque año tras año vienen chicos nuevos. La mayoría de los que salieron de acá hoy están bien. Uno de ellos se llama Brian y está trabajando en un astillero en Tigre. Me acuerdo que ese chico, cuando llegó, lo único que quería era comer todos los días y si le quedaba algo era para vestirse”, recuerda Marcelo.


Cada uno de los aprendices elige su camino, mientras tanto van aprendiendo a subsistir con el fruto de su trabajo. El taller sigue produciendo: “Normalmente hacemos mesas, sillas, basureros, portones, techos, tinglados chicos. Lo que ingresa se les paga por el trabajo. Lo artístico lo hacemos en los tiempos que nos quedan libres. Esa plata de las esculturas es para el que la realizó”.


Y aunque aquí se hace una tarea social muy beneficiosa para la comunidad, siempre han trabajado de forma independiente. “Nunca política ni culturalmente nos vinieron a visitar para colaborar aunque siempre ofrecimos nuestros servicios, pero nunca nos tuvieron en cuenta”, dice Marcelo y agrega que: “lo que hacemos lo hacemos gratis, lo único que pedimos son los espacios libres para que los chicos puedan ir a trabajar y algunos materiales”. En una localidad tan relacionada con el arte, el muralismo y la música, las esculturas en hierro y madera brillan por su ausencia. Solo una distinguida torre Eiffel de más de dos metros enmarca el paisaje de la Laguna Beligoy, el único semblante que Marcelo y un grupo de estudiantes del secundario pudieron emplazar.
“Tenemos invitaciones para hacer esculturas en varias localidades, ahora estamos por llevar una escultura a Sáenz Peña. Lo lastimoso es que tengamos que salir de nuestro pueblo y no poder hacerlo acá”, se lamenta.
Hay otro espacio en el que este grupo de artistas y artesanos encuentran su espacio. El mundo de los tatuajes, otra pasión de Marcelo, que ya lleva varios años confeccionando los premios y presentes para los concursos de tatuadores. “Fuimos seleccionados el año pasado para la Expo Internacional de Tatuajes que se hace en Resistencia”. Tenía planeada una gira por varias localidades de la región, pero su esposa y él sufrieron un accidente y están en plena recuperación, por lo que debieron suspender algunos viajes.


Por lo pronto siguen preparando pedidos: “Tenemos varias cosas programadas para este fin de año, ya estamos armando estructuras escenográficas para las recepciones que son bastante complejas”, cuenta mientras muestra unos engranajes gigantes que serán presentados en la recepción de la escuela técnica. También tienen programado exponer en una galería por la calle Necochea de Resistencia.
“El último recurso, Arte en hierro” es el nombre que tiene este proyecto. Chicos desde los 13 y 14 años aprenden a soldar junto a otros más experimentados. Comparten la mesa, las charlas y los sueños. Quizás no sea el último recurso para estas vidas, pero es uno grande, como el corazón del herrero que los cobija.
Categoria: arte | Tags: Arte en hierro, Puerto Tirol, Sociedad | Comentarios: 1
MARIA CATALINA ORTIZmalila
15 noviembre, 2019 at 7:37 am
ESTE TIROL SERA COMO EL DE LOS ALPES: SUD TIROL PORQUE ESTA AL SUD DEL TIROL AUSTRIACO.
¡QUE LINDO EL TRABAJO DE ESTE MUCHACHO! QUIEN DIJO QUE TODO ESTA PERDIDO, YO VENGO A OFRECER MI CORAZON Y QUE CORAZON GRANDE, RESTANDOLE EL TIEMPO A SU TRABAJO SE DEDICA A PROMOVER A LA JUVENTUD. EL RESISTENCIA TODO HABLA DE ARTE, DESDE LAS ESCULTURAS HASTA EL ARTE DEL CAFE DE LA CIUDAD QUE ESPERO QUE EXISTA TODAVIA.
VEO QUE LOS WOISTACH (ESPERO HABER PUESTO TODAS LAS CONSONANTES) ESTAN CONSUSTANCIADOS CON SU
ENTORNO.
LINDA LA NOTICIA DEL HERRERO ESCULTOR, ESPERO NOTICIAS DE LA FAMILIA TAMBIEN.
CARIÑOS Y BENDICIONES DE DIOS.
MALILA