Contaminación: El Paranacito ¿correrá la misma suerte que el río Negro?
Muchos vecinos del Gran Resistencia cuentan, con gran añoranza, las épocas en que el río Negro era un bello balneario que mitigaba el calor y al cual disfrutaban de muchas otras formas. Fue hace décadas. Hoy, aunque no ha perdido su belleza natural, las condiciones de contaminación restringen su uso y disfrute. Nadie puede discutir la inmensa pérdida que esto ha significado para la comunidad. Sin embargo, una situación similar puede atravesar el Paranacito y sólo ciudadanos comprometidos intentan evitarlo, denunciando la situación.
Marcelo Marín, bioquímico, doctor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del Instituto de Biología Molecular de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) insiste en denunciar públicamente que el sistema hídrico conformado por el riacho Arazá, el arroyo Tala y el río Paranacito está contaminado por descargas cloacales.
“Existe una contaminación por residuos cloacales en el Paranacito, que está ingresando por el arroyo Tala que se conecta con el riacho Arazá. Como todos sabemos, éste es el canal en el cual se vierten los residuos cloacales de todo el Gran Resistencia, parte de Fontana y que incluso los camiones atmosféricos indirectamente llegan al Arazá, porque arrojan sus líquidos en el canal de la avenida Soberanía. En vez de salir al Paraná, que sería el cauce natural y éste, un río mucho más acaudalado con capacidad dilutoria”, expresa con contundencia el profesional que viene advirtiendo de la situación a las autoridades hace años.
Las descargas de líquidos cloacales, que antes iban al Paraná por cauce natural, desde hace tiempo fueron desviadas al Paranacito por una “conexión que se hizo en un determinado momento para facilitar el escurrimiento. La desidia de las autoridades que, en vez de canalizar el Arazá que obviamente se va obstaculizando por los propios sedimentos, generó un desvío al Tala, que desemboca en el Paranacito”, explica.
Y aunque cueste admitir que los líquidos cloacales sean arrojados prácticamente sin tratamiento al Paraná, ya que desde 2010/2011 aproximadamente, “las lagunas de oxidación han dejado de funcionar por saturación”, el daño es todavía mayor dadas las condiciones de caudal del pequeño Paranacito. “Es un riacho que casi ni corre. Hasta hace unos años tenía aguas cristalinas, con una biodiversidad muy particular. No es capaz de diluir semejante descarga”.
«…en los últimos 9 o 10 años la contaminación es mucha más notoria por la saturación de las lagunas de oxidación, con lo cual el residuo cloacal que llega al Arazá es más dañino, más concentrado y sin ningún tipo de degradación…»
No es menor el dato, aunque parece no generar mayores impedimentos, el hecho de que es un área ecológica que deberíamos proteger. Así lo destacó Marín, al sostener que “además el humedal del sistema Paranacito, que sigue hasta la provincia de Santa Fe, es considerado actualmente como sitio RAMSAR, un ambiente de diversidad biológica de importancia internacional”.
Sin dar por hecho que, en general, hay conocimiento sobre los sitios Ramsar, vale la pena mencionar que son el resultado de un convenio internacional que entró en vigencia en 1975 y su principal objetivo es “la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”, según versa el tratado. Por lo que deberíamos protegerlos de agresiones contaminantes por sus reservas de agua, por ser espacios donde se concentra mucha biodiversidad y por ser determinantes en el funcionamiento de los ecosistemas.
¿Quiénes deben proteger el humedal?
Los datos del Laboratorio de Aguas de la Administración Provincial del Agua (APA) muestran valores de contaminación por líquidos cloacales que exceden ampliamente a los aconsejables, tanto para el uso de esas aguas como balneario como para la calidad de un humedal. Esos valores resultan de muestras que se tomaron en varios puntos del sistema en tres años consecutivos (2015, 2016 y 2017) y con variaciones leves. Pero los resultados son contundentes: el agua está contaminada y hay presencia de bacterias.
“Hay varias autoridades involucradas, no solamente la APA, también la intendencia de Resistencia, la empresa SAMEEP ya que los camiones atmosféricos son de su incumbencia. Si bien la APA hace unos años comenzó una limpieza del Arazá, luego se paralizó y en general los distintos sectores no intervienen en esto que ya viene aproximadamente desde 2005, pero en los últimos 9 o 10 años la contaminación es mucha más notoria por la saturación de las lagunas de oxidación, con lo cual el residuo cloacal que llega al Arazá es más dañino, más concentrado y sin ningún tipo de degradación”, sentencia Marín.
“Si bien está contemplado el Plan Director de Residuos Cloacales, donde se realizará (cuando concluya la obra) el tratamiento a estos líquidos, el contenido de los camiones atmosféricos no será tratado y seguirán arrojándose al canal de Soberanía y por lo tanto al Arazá y, hasta ese momento, al Paranacito”, sostiene.
Cuando las autoridades resuelvan este problema generado con la desviación del cauce del Arazá hacia el Paranacito y se vuelva a respetar el cauce natural hacia el río Paraná, los líquidos de los camiones atmosféricos seguirán llegando al río sin tratamiento alguno. Aunque la alternativa puede ser incorporar al Plan Director la construcción de “represas de oxidación para recuperar ahí el tratamiento de los líquidos”, según sugiere el profesional.
Necesidad imperiosa
“Todavía el Paranacito es recuperable. Desde mayo de 2015 cuando me acerqué a la APA para plantear este problema y comenzamos a analizar juntos la situación, fue el único sector del estado que prestó cierta atención al problema, aunque insuficiente. Pero es imperiosa la intervención definitiva para la recuperación de las aguas y biodiversidad del lugar”, explica el investigador que es contundente en los detalles. “Desde que me acerqué a comentar el problema se viene analizando el agua y se encontraron bacterias coliformes que no pueden estar en ninguna concentración, en un sitio de agua pública. Pero también hay otros agentes que se van formando por la propia mezcla de tóxicos, que no es fácil de medir y que la mayoría son cancerígenos. Es decir, los efectos que vamos a ver en la salud no son inmediatos, sino a largo plazo. Además, estos agentes cancerígenos ingresan a la cadena trófica, a los animales que luego consumimos y pasan a los seres humanos. Para medir el efecto de una agresión ambiental como esta, hay que hacer un estudio a largo plazo. Pero todo ya está demostrado. Hablamos de tóxicos y agentes cancerígenos que ya están en la bibliografía que demuestra que no pueden estar en contacto con los seres humanos”, enfatiza y agrega que desde su rol de ciudadano comprometido con el ambiente insistirá hasta que alguien tome la decisión de parar la contaminación.
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