¿Quién pone nervioso al Mercado?
Por Darío Ruido
Así que los mercados están nerviosos, justamente los mercados, esa entidad demasiado vaga pero tan presente que siempre se la lleva toda, afuera, a paraísos que para nosotros son ajenos, inaccesibles. Los mercados alterados por un libro o una mujer, una bruja o yegua, después de tanta historia de quemazones, lo mismo da decir inquisición que mercados.
Pienso en los pibes que piden monedas a la puerta de la panadería, en los que limpian parabrisas, en sus padres que tal vez, revuelven basurales o duermen alcoholizados para olvidar que no queda nada en la heladera o que sus hijos van descalzos a la escuela, los viejos sin remedios, los jóvenes sin salud, con la educación vapuleada horrorosamente en el nombre de una austeridad, de un ajuste cuyo jugo caerá en la boca desmesurada, angurrienta de los mercados, o del mercado, que es uno solo.
Así que el riesgo país sube porque el mundo tiene miedo. Antes se nos cagaba de risa. Qué será el mundo en este caso, un planeta o una casta de privilegiados que apuesta, amenaza, oprime. El mundo, el mercado, el Estado. ¿No es lo mismo? ¿No son sinónimos ahora? Si es el Estado el que propicia el libertinaje del mercado y el mundo convalida o desaprueba las formas del saqueo. La repartija carroñera. FMI. Denle las riendas al mercado, quizá sea más piadoso que aquellos que se pusieron el uniforme del Estado para rubricar condonaciones, permisos ominosos, arrasamientos.
Para qué queremos un Estado que garantice los derechos del mercado. Una pantomima que hace la vista gorda bajo sombrilla y recostado en reposera. Un casi Presidente que advierte que nos puede hacer mucho daño si se pone loco y de todas maneras produce el daño. El daño irreparable. El hambre, la enfermedad, la muerte. Ni siquiera es posible reírse de la revolución de la alegría porque cada vez son más los afligidos que deja a su paso, el Estado, el mercado, el mundo.
Cuándo fue que la calma de los mercados, me pregunto, trajo el guiso, puso unas monedas en los bolsillos de los trabajadores, qué mercado le hizo un guiño al aguinaldo, a las jubilaciones para amas de casa, a las paritarias, a los hospitales y a la universidad pública y gratuita. Cuándo, el mercado o los mercados, no levantaron la voz contra la asistencia social, los planes, los bonos de fin de año o la humillante caja PAN que iluminaron los radicales de la entrega.
Siendo las quince, dicen que se “modera el nerviosismo de los mercados”. Qué placebo efímero habrán encontrado bajo el escritorio para conjurar el poder de un libro, un eufemismo para no decir “miseria” o “desesperación”. Dicen que el mercado espera “una respuesta política” y un juez de la inquisición se la concede. O el Banco Central con su tasita. Pero quién vivirá para contarla cuando los mercados, o el mercado haya superado su nervio, su ansia, su trauma y no quede superficie por dañar.
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