Un cuento con premio

Por el
Foto diariochaco.com

Isaías Guia estudia en Charata en la EES Nº 23, ex Colegio Comercial, aunque vive en Las Breñas, ciudad distante a 17 km, desde la que, con mucho sacrificio viaja todos los días a estudiar. Él fue destacado entre 400 proyectos en el 10° Concurso Nacional “De Ana Frank a nuestros días”. Se trató  de una propuesta que implicó escribir un texto literario en torno a Ana Frank y el nazismo, la última dictadura militar de nuestro país, los derechos humanos y la actualidad.

Ahora, junto a Julieta Acosta, otra estudiamte chaqueña de la EES Nº 14 de Villa Ángela,  que también fue premiada con su cuento, ganaron el concurso y el año que viene viajaran a Holanda, junto a otros 6 estudiantes argentinos, para conocer la casa de Ana Frank.

Isaías escribió “La pesadilla de los gorilas”, una historia de amor que se dio en Charata durante la Dictadura. La protagonista del cuento es su madre, Daniela.


Décimo concurso literario de “Ana Frank a nuestros días”
Seudónimo del autor: AVE FÉNIX

1ra categoría: de 13 a 15 años
Proyecto: Cuento
Título: “La pesadilla de los gorilas”

 

La pesadilla de los gorilas

-Ya va a terminar esto mami- decía consolando a su madre –ya va a terminar, vamos, vamos a dormir, es tarde.

Con esas últimas palabras marcharon hacia sus camas para ya despedirse de aquella  pavorosa noche.

El sol se presentó en aquel cielo libre de nubes, excepto por aquellas pequeñas que rondaban en el joven día, dando vueltas por la misma como calesita en pleno parque.

Los pajaritos volaban en bandada, disfrutando de su sublime libertad besando la brisa del viento.

El día parecía lindo, pero no lo era, no lo había hace ya mucho tiempo. El aspecto de aquél parecía serlo, pero la suerte no acompañaba a las personas.

Daniela y su madre marcharon  hacia casa de su tía, el camino parecía no tener algún destino, los pasos apáticos posaban en el suelo uno delante de otro, marchando a la misma velocidad que el sonar de las agujas del reloj. La vida no era vida, su esencia se había derrumbado con cada bala que provenía de aquellas armas que a pesar de haber nacido para defender se habían convertido en la herramienta del diablo.

  Con sus ojos perdidos en la puerta, Dora se pernoctó frente a la misma, y sin el coraje necesario para poder abrirla se perdió una vez más en el llanto.  Ernesto era su única familia existente, además de su hija.

Daniela abrió la puerta, y entraron a aquella casa, que a pesar de sus colores parecía ser blanca y negra, neutra, sin vida. Disimulaba ser la más dura, no dejaba que el llanto la invadiese, era sabido que alguien cercano sería una de las tantas víctimas de aquellos asesinos. Después de haber estado un rato largo allí decidió salir de aquella casa hecha de lágrimas a pasear por una plaza cercana. Le gustaba aprovechar el día y salir a vivir un poco antes de que se lo prohíban por las noches.

Se sentó en un banco a observar el pintoresco panorama que aquél día le ofrecía. Meditar era lo más maduro para ella. Observaba a aquellas escazas nubes que rondaban y parecían tener el mismo destino que las aves. Los lunares de los rallos del sol en el suelo que se movían cuando también lo hacían las hojas de los coloridos lapachos. Aquella plaza era verde a lo alto, multicolor a lo bajo, colorido por fuera pero incoloro por dentro. ¿De qué sirve que haya colores pero que tus ojos no los vean?

Una serie de recuerdos le vino a la cabeza, en él estaba su madre y su tío Ernesto. Hace un tiempo, mucho antes de que los gorilas invadieran con su “orden”. La vida era libre, las sonrisas de la gente no era fingida, los pensamientos no eran escondidos, el arte  no era restringido, la vida era completa y sin límites. Allí estaban ellos, su madre y su tío sonriendo, felices. Una lágrima corrió por los rincones de sus mejillas. A pesar de ser una gota líquida quemaba como una ardiente llama. Sus ojos estaban perdidos en la nada cuando de repente siente un diminuto ruido a su lado. Vuelve en sí y corre la mirada hacia su derecha, allí un muchacho se encontraba sentado observándola.

-¿Estás bien?- interrogó él.

-Oh, sí. Sólo estaba… perdón- dijo ella secando sus ojos.

-No pasa nada, es muy común ver a gente llorando en estos últimos tiempos.- el joven dirigiendo su mirada ahora hacia el suelo continuó- no creo que exista un recuerdo más triste que el que vamos a tener en un futuro sobre esta época- y volvió a posar sus ojos en los de ella.

-Sí. También lo creo.-

-Soy Damian, mucho gusto- y el generoso muchacho estrechó su mano.

-Yo soy Daniela- dijo ella sonriéndole como a nadie.

-No voy a soportar verte mal, ¿querés salir a caminar mientras me contás que te pasa?-

-Está bien, no todos los días puedo desahogarme –

-¿Siempre aceptás salir a caminar con un extraño así de fácil?-

-Ni loca aceptaría si fueras un extraño-

– Pero si lo soy….-

-Te conozco desde hace unos segundos… Eso ya te saca de mi lista de desconocidos…-

Damian observó fijamente a los ojos de Daniela que se perdían en los suyos.

-¿Vamos?-

-Vamos-

Se pararon y salieron lentamente a pasear por aquella plaza.

-El día tiene la intención de hacernos felices, pero la vida no se lo permite. ¿No lo creés?-

-Sí. Tenés razón. Está muy lindo-

-Lástima que lo que hace lindo a los días es el estado de ánimo y no el día en sí-

-Que profundo…- Acotó Daniela mientras alzaba un tanto su cabeza para poder observar a Damian.

-¿Tenés familia?-

-Mi mamá. No conocí a mi papá, y al único hermano de mi mamá lo secuestraron anoche-

-Oh. Supongo que por eso estabas así de mal hoy, ¿no?-

-En parte sí. Él era el mejor amigo de mamá, siempre fueron muy unidos, desde chicos. Cuando mis abuelos murieron estuvieron juntos en todo momento.-

-Todavía no estoy muy seguro de cuál será el límite de estos monstruos-

-No creo que lo tengan.- Se hizo un silencio de algunos segundos -¿Vos tenés familia?- Lo rompió Daniela.

-Acá en Argentina solo está mi papá, mi mamá está en Chile. Se fue para evitar vivir esto.

-Ohh,  ¿por qué no fuiste con ella?-

-Sigo los ideales de mi papá-

-Y ¿esos cuáles son?-

-Argentina es nuestra tierra, y no la vamos a abandonar por más de que estén todos estos gorilas. Siempre vamos a intentar hacer justicia-

-Entonces… ¿tu papá y vos son marchadores?-

-No. La gente tiene miedo de hablar-

-Me imagino… Si estos hijos de putas no tienen problema de fusilarte por el mínimo pretexto es obvio que te matan si vas a querer expresarte-

 La tarde pasó, y entre palabras y pasos hicieron de aquél inesperado encuentro un puente hacia el desahogo. Pero la vida sigue, y ambos tuvieron que volver a sus realidades, las cuales estaban condicionadas por un mismo castigo.

-Creo que… tengo que irme…- Tartamudeó Daniela que no parecía tener muchas ganas de irse…

-Sí… yo también lo creo…-

Un incómodo silencio se adueñó de ambos, enmudeciendo ambas bocas… cuando sus labios tenían la intención de querer fundirse unos con los otros, Daniela agachó su cabeza…

-Perdón, no tenía que hacerlo- Dijo él.

-No… no te disculpés… yo… soy muy indecisa-

-Daniela-

-¿Qué pasa?-

-Te propongo vernos mañana a la misma hora y en el mismo lugar-

Daniela quedó observando a Damian durante unos segundos, y luego de lanzar una sonrisa dijo…

-Sí, dale.-

-Está bien… entonces… nos vemos-

-Nos vemos-

Luego de que ambos estén separados por una casi una mitad de cuadra Damian le gritó a Daniela:

-¡¡¡Daniela!!!-

La joven se dio vuelta y sonriéndole le respondió.

-¡¡¡ ¿Qué pasa?!!!-

-¡¡¡ ¿Cuántos años tenés?!!!-

Soltando una carcajada respondió….

-¡¡¡Mañana te lo digo, morite de la intriga!!!-

Los pasos de vuelta a casa eran más lentos que el latir de su corazón, aquél muchacho había despertado algo en ella.

Al siguiente día: misma hora, mismo lugar, ambos se reencontraron.

 Sus cabellos, húmedos y arreglados eran la muestra perfecta de que se habían tomado sus tiempos antes de salir. Eran evidentes sus atracciones.

Ya encajando con más comodidad uno con el otro rumbearon hacia otros lugares fuera de la plaza, y aunque el pueblo no les permitía explorar muchos lugares ambos disfrutaban de aquella caminata.

-¿Vas a ver el partido mañana?-

-¿Partido de quién?-

-¡Jodeme que no sabés que Argentina juega la final mañana!-

– Ahhh, jajaja, no estoy muy ducha sobre el fútbol-

-Se nota-

-Bueno che, tampoco es para tanto-

-Sí, si es para tanto. Argentina está por ganar el mundial y vos ni enterada.-

-No tengo por qué saberlo. No me gusta mucho el fútbol.-

-No me importa. Vas a ir a verlo conmigo.-

-¿Al partido?-

-No. A Superman boluda. Y sí.-

-Chistoso sos-

-¿Aceptás o no?-

-Sí, Damian, obvio-

-Bueno dale, mañana vamos al cine Avenida.-

-Bueno, y… ¿en dónde nos encontramos?-

-En la plaza San Martín, como siempre, de ahí no está tan lejos. A las 1:45, porque a las 2:15 juegan.-

-Y pero… ¿Las entradas?-

Damian como adivinando aquella pregunta sacó de su bolsillo trasero dos entradas para aquél partido…

-Ah. Bueno. Pero que copado sos.-

-Ya lo sabía-

A la noche ya no le faltaba mucho, y Damian acompañó a Daniela a su casa.  Su despedida ya no fue la misma que la anterior, esta vez, el beso no fue interrumpido.

Ya casi despidiéndose Damian preguntó…

-¿Me vas a decir tu edad?-

-Que memoria eh… jaja… 19- Dijo ella agachando la mirada. La vuelve a levantar e interroga -¿Y vos?-

-21- Seco, sonriendo.

Con la noche ya muy cerca Damian quería partir hacia su casa. Si lo agarraban lo linchaban, y de eso estaba seguro, de noche, solo, sin documento… quiso arrancar, pero una sirena no lo  dejó, a lo lejos se divisaba venir un Falcon a toda velocidad…

-¡Vení!- Ordenó Daniela  -¡Entrá, dale!-

Ambos ya habían entrado a casa de Daniela, y desde un pequeño espacio en la ventana principal observaban si aquellos matones vendrían.

-¿Qué pasa hija?-

-Shh mamá, hacé silencio, se acerca una camioneta-

-Creo que ya se fueron, no se la escucha más- Acotó Damian.

-¿Y este muchacho quién es Daniela?-

-Es con quién fui a pasear hoy ma- Dijo Daniela mientras no dejaba de observar por la ventana.

-Me llamo Damian, mucho gusto- Y le estrechó su mano a la señora.

-Mucho gusto, soy Dora-

-Es bueno que Daniela tenga amigos, desde hace mucho no habla con alguien que no sea yo- Dijo Dora mientras observaba a Daniela –Vamos a avisarles a tus papás que esta noche te quedás acá hijo-

-No señora, gracias, pero es mucha molestia. Todavía no es de noche, puedo irme-

-Estás loco hijo. Te quedás, no hay ningún problema. ¿Te acordás del número de teléfono de tu casa?-

Dora lo había convencido de quedarse. Y la noche se llevó a cabo en un sofá muy cómodo.

Al día siguiente, Daniela acompañó a  Damian hasta su casa, y desde allí partirían a ver el partido.

Se hizo la hora, y el partido ya había comenzado, Daniela y Damian estaban sentados ambos a la par, con una cajita de papas fritas en sus manos. Daniela no gozaba tanto el partido como su acompañante, el fútbol no era su pasión, en cambio, el de él sí lo era, y mucho.

Con un final agonizante el partido terminó con Argentina siendo campeón de aquél mundial, y como de costumbre tras una victoria las personas salían a festejar en una caravana. El pueblo no estaba muy residido, pero las pocas personas que había le daban gran importancia a aquél deporte.

Luego de haber saltado, cantado, gritado, y festejado Daniela volvía con Damian, soportando en todo el camino cómo él le hablaba sobre el partido.

Ya la tarde se había adueñado de aquél día. En un rincón, a la par de la estación de trenes ambos logran ver una disputa entre tres personas, Damian con la intención de ayudar se acercó. Estando ya más cerca se percataron de que dos gorilas estaban queriendo llevar a una jovenzuela, y el muchacho nadando por los mares de rabia se lanzó en batalla contra los animales que por suerte estaban desarmados. La joven logró salir y correr para salvar su vida mientras Daniela asustada observaba como su acompañante intentaba dar batalla en contra de los gorilas. De repente Damian logra tumbar a uno de ellos, y salen en picada rumbo a un tren que estaba a punto de partir. “MARGARITA BELÉN” decía un cartel apostado en el frente de la locomotora. Ambos sin pensar, tras escapar, se lanzaron al tren que ya estaba partiendo, trepando por la parte trasera.

Solo se veían pasar los árboles y arbustos, tierra por momentos, y animales por otros.

-¿Damian que hicimos?-

-Tranquila Daniela, cuando lleguemos preguntamos si hay otro tren de vuelta a Charata y nos volvemos-

-Bueno, pero mi mamá y tu papá van a estar preocupados-

-Les explicamos después-

Era inmaduro todavía el amanecer cuando el tren se vio frente al pequeño pueblillo y se adentró en la deslucida parada que presentaba a dos o tres personajes con cara de sufridos esperando su llegada.

Se lanzaron antes de llegar a la parada, si los veían colados seguro que les retaban. Lo primero que hicieron fue ir a preguntar los horarios a Charata, pero no tuvieron suerte: el único tren de vuelta partía a las 19:00hs, faltaba una eternidad.

Con la intención de esperar se sentaron en el borde de la vereda que presentaba aquella diminuta parada. De repente se acerca un hombre, sucio, que lucía su enorme y chueca nariz, el cabello corto no escondía la costra debajo de sus patillas que seguía un estrecho camino por delante de su oreja hasta llegar al cuello. Sorprende a Daniela que tenía su cabeza descansando en el hombro de Damian.

-Nos van a matar a todos.

-¿Perdón?-

-Sí, muchacho. Nos van a matar a todos.-

 Ambos se levantaron y partieron de allí.  Con la voz de aquél vagabundo rondando en sus cabezas caminaban algunas esquinas para matar el tiempo.

Estar juntos era lindo, a pesar de todo aquél ambiente. A dos esquinas de la parada, se sorprendieron al ver varios carteles en un muro, con fotos de personas que aparentemente habían desaparecido, y a su par, una gran frase pintada con aerosol negro en un muro blanco: “Los viejos amores que no están, la ilusión de los que perdieron todas las promesas que se van, y los que en cualquier guerra se cayeron” acompañado de una más pequeña “Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia”. Ambos estaban sorprendidos por la cantidad de personas que formaban parte de aquél álbum del terror. Debajo de la frase se encontraba un aerosol sin tapa. Damian lo tomó. Con él en sus manos observaba las fotos, y cada vez que lo hacía se sorprendía más. Un Falcon azul estacionó detrás de ellos, y… ese vehículo ya lo conocían. A pesar de la hora de aquél día, los gorilas estaban con hambre de torturar. No existe clima, horario, ni condición alguna que sea capaz de saciar sus ganas de hacer sufrir. Con crueldad, y sin tiempo alguno de escapar tomaron a Damian, que gritaba con fuerza “¡Corré! ¡Corré Daniela!”. El tiempo pareció haberse detenido ante los ojos de la muchacha, que se habían humedecido al ver a su acompañante entre los brazos brutos de los gorilas, observar los pelos de estos, sus ensanchados mentones, y el grosor de sus manos le daba cada segundo más repugnancia.. Con intención de dejar su vida allí se lanzó en golpes contra los salvajes, pero no sirvió de mucho. La culata de una de sus armas impactó en la cabeza de la muchacha que instantáneamente se planchó en el suelo golpeando su castaña cabellera en el mismo.

(…)

El cantico de los pájaros y el rosar de las hojas de los árboles eran música para sus oídos. El sol brillaba con felicidad, el cielo era colorido, pero esos colores no era vacíos, eran colores felices.

Se abrieron sus ojos, y apenas lo hicieron se sentó en la cama. Movió la cabeza observando hacia todas partes y sin entender absolutamente nada corrió. Más sorprendida quedó al verla parada en frente de ella, ¿qué estaba pasado?

-¿Qué te pasa Daniela?-

Sin decir nada, con su boca enmudecida la abrazó fuertemente.

Casi muda y sin pretextos se vistió arrebatadamente y partió a la plaza, en el camino sonrió como nunca, y observó sonrisas que fortalecieron a la suya. Eran sonrisas verdaderas. El color esta vez sí llenaba el alma, y todos compartían la misma libertad que los pájaros al volar. Y llegó… llegó allí… la plaza, colorida como siempre, verde a lo alto, multicolor a lo bajo, colorida por fuera, pero esta vez aún más por dentro. Se sentó en aquél banco, y todo era perfecto. Pero… faltaba algo, ¿Damian?

Daniela corrió desenfrenadamente en busca del muchacho, pero al llegar a su casa se llevó una ingrata sorpresa. Allí no había nada más que una simple casa abandonada, sin techo, sin aberturas y con sus paredes destrozadas. La confusión era cada vez mayor, ¿estaba acaso soñando?

Volvió a casa, y allí tuvo una larga charla con su madre, que no recordaba a ningún “Damian”

Con la tarde naranja, sentada en su vereda, no dejaba de pensar en él. Todo era bueno, sentirse libre era como respirar un nuevo y fresco aire. Pero el mal gusto de no estar con Damian no era lindo. ¿Se puede estar enamorada de alguien que no existe? Era una pregunta que su corazón sabía responderla. El reflejo del sol pintaba de naranja la lágrima que iba cuesta abajo.

Daniela tuvo la suerte de soñar aquella pesadilla, pero, hubo quienes, y muchos, no tuvieron la misma suerte, y en vez de soñarlo, tuvieron que vivirlo.

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