La nueva Reforma Universitaria que soñamos es feminista
Breve reseña de la Reforma:
El contexto histórico en el que se enmarca la Reforma Universitaria de 1918 es el fin de la primera guerra mundial, la crisis europea y el impacto de la Revolución Rusa, durante la primera presidencia democrática de Yrigoyen. Los reformistas configuraban un grupo heterogéneo en sus creencias ideológicas y políticas, pero todos/as tenían en común el anticlericalismo, por ello la Reforma fue un hecho profundamente liberal. La universidad, en ese momento, estaba administrada por la Corda Frates, una logia ultracatólica.
“Las Universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y -lo que es peor- el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara”, rezaba el Manifiesto Liminar de la Reforma, escrito por Deodoro Roca, quien estaba convencido de que los cambios universitarios sólo podían llevarse a cabo en un contexto signado por profundas reformas sociales.
Feminismos en el siglo XIX y principios del XX, lugar de las mujeres en la universidad:
Por esos años, la universidad era un espacio reservado sólo a varones, en general hijos de la clase ilustrada de Córdoba. El siglo XIX estuvo signado por un discurso religioso, científico, de la prensa, de la opinión, que veía a la mujer desde la inferioridad física, psíquica e intelectual.
El feminismo llegó a la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX con las anarquistas, cuyo lema radical era: “Sin patria, sin ley, sin patrón y sin marido”. Se trataba de mujeres, en su mayoría inmigrantes, que luchaban por el acceso al trabajo, al sindicalismo, a decidir sobre su propio cuerpo, a tener relaciones más libres y sin sometimiento. Se constituyeron en las primeras feministas radicales en la Argentina que nos dejaron un gran legado. En contra de la mayoría de la sociedad, incluso a veces de sus propios compañeros.
En cuanto a la presencia femenina en los estudios superiores, la primera mujer en egresar de la Universidad Nacional de Córdoba, con el título de partera, lo hizo en 1884. En 1929 se recibió la primera abogada. En 1930 lo hizo la primera doctora en Ciencias Naturales, Josefa Gianbastiani. Hablamos aquí de las primeras egresadas de las tres facultades que existían hasta entonces: Medicina, Derecho y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En 1889, en Buenos Aires egresó la primera mujer con título de Médico, Cecilia Grierson, y en 1892 Elvira Dellepiane de Rawson.
En 1890, durante la Revolución del Parque, ese movimiento popular contra el régimen conservador del presidente Miguel Juárez Célman, Elvira Dellepiane colocó una tienda de campaña para socorrer a los heridos y se afilió a la Unión Cívica, lo que da cuenta de su condición de militante, luchadora y comprometida con las causas sociales. En 1905 fue una de las fundadoras del Primer Centro Feminista, cuyo propósito era “propender a la emancipación intelectual, moral y material de la mujer”.
En 1913, en Buenos Aires se llevó a cabo el Primer Congreso Femenino Internacional: el divorcio, el voto femenino, la independencia económica, el aborto y la creación de hogares para madres solteras, la discriminación civil y política estuvieron en el centro de la discusión. Este Congreso fue presidido por la Dra. Cecilia Grierson, quien nunca pudo acceder a una cátedra en la Facultad de Medicina.
En relación a la reforma, podemos advertir que no había mujeres inscriptas en la Universidad, sin embargo ya existían feministas que venían peleando por derechos y algunas mujeres que fueron graduadas antes y después del período de la Reforma en Córdoba y Buenos Aires. Sabemos que el estudio de la historia se caracteriza por ser androcéntrico y se ha encargado de invisibilizar la participación de las mujeres a lo largo de la historia, por ello no podríamos afirmar que ellas no hayan participado de estos acontecimientos de manera absoluta.
Feminismo y universidad hoy
La universidad es un espacio de disputas, un territorio manejado por lo general por la oligarquía y un espacio donde se han defendido sus intereses, sin embargo se han gestado en su interior fuerzas contra-hegemónicas que han pugnado por su transformación.
En el sistema público de Educación Superior tenemos, aproximadamente, un 48 % de mujeres docentes/investigadoras y un 52 % de varones, pero esa relación no se traduce en una proporción similar en cuanto a la ocupación de cargos de conducción. De 56 universidades públicas, cinco tienen rectoras mujeres, esto es un indicador de la representación femenina.
Teniendo en cuenta el paradigma meritocrático que rige en la vida universitaria, se dificulta a las mujeres que generalmente deben cargar con la doble jornada laboral (trabajo fuera y dentro del hogar con tareas de cuidado y quehaceres domésticos).
La otra cara de esta moneda es el nuevo despertar que está viviendo nuestro país a partir del movimiento Ni Una Menos que está revolucionando la Argentina y se constituyó en una experiencia que trascendió fronteras. La universidad no está exenta, se abren cátedras libres sobre feminismos, se elaboran protocolos de actuación para casos de violencia de género en las universidades, se cuestionan las prácticas, el discurso y las mujeres irrumpimos en las universidades con más fuerza, exigiendo ser escuchadas y ocupar espacios que no ocupábamos, guarderías, espacios de formación y un curriculum antipatriarcal.
Algunas reflexiones para repensar nuestra Universidad
La universidad pública debe reactualizarse y generar una nueva Reforma, que tome aportes de los feminismos y de las epistemologías del sur o epistemologías decoloniales, que nos permita romper con el paradigma racionalista que escinde el cuerpo y el cerebro como plantea Silvia Rivera Cusicanqui: “Hay que rescatar la totalidad, la modernidad que el capitalismo ha desarticulado, le han dado primacía a la vista y a la mente, al cerebro por encima, esa división cartesiana de cuerpo y alma, ese pensar y hacer, esa dicotomía ha dado lugar a una ciencia de tipo instrumental, la universidad no es los libros, no son los profesores, no son las paredes, la universidad es un espíritu de libertad y de universalidad pluralista”.
Tendremos que tejer nuevas formas de ser y conocer para abrir por fin las puertas de esta universidad enquistada aún hoy y teniendo en cuenta los avances producidos, para democratizar realmente la universidad nos debemos construir la nueva reforma que soñamos, una reforma antipatriarcal, anticapitalista y antiimperialista.
¿Como puede ser que en pleno siglo XXI las mujeres trans sean condenadas por la sociedad y expulsadas por la educación?
¿Como puede ser que en pleno siglo XXI el aborto no sea legal y sigan saliendo de las universidades laicas y nacionales objetores de conciencia? si esto es una cuestión de salud pública y no de creencias religiosas.
Sin dudas es desde la educación y la inclusión que se revierte el paradigma del “sálvese quien pueda” y de la desvinculación capitalista y patriarcal.
Fuentes:
Ludmila Pellegrini – Profesora, investigadora, militante.
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