Contar el cuento


*Por Orlando Van Bredam
Cuando uno lee los cuentos del libro Nada personal, de Fabián Dorigo tiene la irresistible tentación de arruinarles la lectura a los demás. ¿Cómo sería eso? Muy fácil: usted, arrastrado por su entusiasmo, se pone a narrar cada uno de los cuentos con final incluido. Es que es justamente eso lo que persiste en estos textos después de haberlos disfrutado: el deseo de volver a narrarlos, como sucede siempre con aquellos cuentos que nos perturbaron, que no nos abandonaron nunca y están ahí, cada vez que pensamos en una buena historia.
Los cuentos de Dorigo son clásicos, tienen el sabor de los cuentos que se atan al rigor de la teoría. Dice Mario Lancelotti: “El cuento describe un círculo, una figura que termina en sí misma.
Por su carácter cerrado, el estilo del cuento ha de ser conciso, viril”. Los textos de Nada personal son así, historias que dibujan una trama que nunca renuncia al ímpetu inicial.
Hay textos admirables en esta dirección, como “Jauría”, “La partida”, y uno de los más logrados: “Feria artesanal”. En los dos primeros asistimos a situaciones extrañas, escasamente justificadas, en donde la violencia expresa su irracionalidad más pura. En “Feria artesanal”, el personaje se pierde en un mundo que rechaza y a la vez le atrae.
El estilo es seco, vertiginoso, con tensión permanente. El narrador en estos primeros relatos no se da pausa, no respira. A veces, como sucede en “Cazador”, donde asistimos a la historia del cazador cazado, el énfasis no está puesto en el clima, sino en la trama. En otros, como “La ley primera”, (que me hizo acordar a “Los asesinos”, de Hemingway) el cuento se apoya en el uso de una gran elipsis, ya que hay muy poca información, sólo la necesaria para provocar el efecto final.
En “Cabeza de turco”, un relato largo o una nouvelle, hay humor, ironía, parodia, los personajes dejan de ser planos para corporizarse y participar en una historia ingeniosa, bien llevada, magníficamente resuelta. Hay un guiño cómplice para un amigo escritor, Vicente Battista, que también participa y no con un papel menor.
“La pieza”, uno de los mejores y más originales cuentos del libro, merece ser incluido en cualquier gran antología sobre el género. No digo más.
Y para finalizar, hay un cuento que recomiendo para aquellos cineastas que andan buscando historias breves y de bajo costo de producción. Se trata de “Parador”: tiene la tensión de las mejores tramas de Stephen King y un final realmente perfecto.
Enrique Anderson Imbert, en su “Teoría y técnica del cuento”, sostiene que el conflicto de un cuento avanza en un proceso de mejoramiento (los hechos cesan y el final es feliz) o, por el contrario, se agravan, todo desmejora y el final es, por lo general, trágico o incierto. Esta última opción aparece con el cuento moderno (Poe, Melville, Maupassant, Kafka). Precisamente de este último, de sus atmósferas asfixiantes y tragicómicas, se nutre Fabián Dorigo.
*Escritor
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