Hacia la construcción de un pacto feminista y popular


La desigualdad creciente en el mundo se imprime en el cuerpo de las mujeres y en los/as sujetos más vulnerables, es necesario repensar lógicas que puedan contrarrestar esta maquinaría de depredación.
Estamos viviendo momentos donde la desigualdad económica y social va en crecimiento y se materializa en cifras escalofriantes, un informe de la OXFAM[1] da cuenta que en 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad). No hace mucho, en 2010, eran 388 personas.
Nuestro país no está exento de la crueldad con la que opera el sistema, hace dos años desde la asunción de la alianza Cambiemos al gobierno se llevaron adelante una serie de medidas económicas, sociales, culturales y políticas que coinciden con esta lógica de depredación. Se cerraron industrias, se despidieron trabajadores/as, cerraron programas educativos y culturales, se viene “cocinando” una reforma laboral que se traduce en una gran pérdida de derechos de los/as trabajadores/as, nos volvemos a encontrar con la figura escalofriante de la dictadura del desaparecido político y con presxs políticos, estamos en la mira de organismos internacionales por violación sistemática de derechos humanos y escándalos de corrupción. Esto por nombrar algunas medidas de las tantas que diezman derechos fundamentales de las personas.
En materia de género se recortó el presupuesto, se cerraron programas como el ESI (Educación Sexual Integral) por nombrar algunas medidas que dan cuenta del lugar que ocupa la “cuestión de género” en el actual gobierno. La reducción del presupuesto, que de por sí es escaso implica menos dinero para llevar a cabo políticas públicas que puedan dar respuestas concretas a víctimas de violencia de género tales como creación de refugios, atención psicológica, asesoramiento, entre otros aspectos importantes como lo son la sensibilización y la formación de la comunidad y agentes del estado en la materia, que tanta falta hace.
La clase, el género, la “raza”, la edad, la orientación sexual han sido y son categorías de inclusión y exclusión por excelencia. No es casual que el actual gobierno haya impreso el carácter de “enemigo” a las comunidades originarias, a las mujeres, a las personas con discapacidad, al pobre, al pibe/a pobre. Solo basta con analizar las prácticas discursivas y materiales.
Las palabras y acciones van imprimiendo e instalando una lógica, una ética dónde los sectores más vulnerados históricamente pasan a ser “culpables” bajo la rótula de “enemigo interno” contra el cual hay que combatir.
Vivimos en una sociedad capitalista y patriarcal, si bien lo uno va de la mano con lo otro, la extinción del capitalismo no necesariamente implica la extinción del patriarcado. Pero sin lugar a dudas los gobiernos neoliberales tanto de facto como democráticos recrudecieron las realidades de nuestras mujeres. Dicho en otras palabras el ajuste se paga con el cuerpo de las mujeres. Porque son ellas las encargadas de salir a trabajar fuera de casa y continuar trabajando dentro de ella con el cuidado de lxs hijxs, la limpieza y mantenimiento del hogar. Nuestras mujeres pobres sufren la doble opresión por ser mujeres y pobres. Son ellas las que cargan con el flagelo del sistema a diario, en ellas recae el peso de sostener por ejemplo a sus hijxs con adicciones producto del narcotráfico que lejos de ser una realidad que nos excede se acrecienta cada día en nuestros barrios. Este es otro flagelo que produce la maquinaria capitalista en nuestras sociedades.
Construir un lugar donde habitar que sea menos desigual en términos de género, va a la par de una construcción menos desigual en términos económicos. Rita Segatto, antropóloga feminista latinoamericana nos plantea que el mundo está en una fase de dueñidad, ya no podemos hablar de desigualdad, porque esa palabra queda corta a tamaño crecimiento de concentración de capital en manos de unos pocos. Y este dueñismo de algún modo se reproduce en la lógica de quienes se piensan dueños de los cuerpos de las mujeres y las violan o las matan, porque no son en este sentido consideradas como un sujeto, sino como un objeto. Este sistema tiene la gran cualidad de convertir en objeto a todo/a aquel que sirva para alimentar su maquinaria.
Es momento de re-construirnos, re-pensarnos, ser capaces de construir otras lógicas, desde una pedagogía del amor que sea capaz de subvertir los modos en que el capital endiosa al dinero, tenemos que construir lógicas más nuestras, alejarnos del mandato del sálvese quien pueda para reforzar lazos de comunidad. Crear un nuevo pacto social donde el hombre no sea el lobo de la mujer sino su compañero y su hermano.
Ludmila Pellegrini -Docente, investigadora, militante.
[1] Oxfam es una confederación internacional de 20 organizaciones que trabajan junto a organizaciones socias y comunidades locales en más de 90 países. Para más información consultar en: https://www.oxfam.org
Categoria: OPINIÓN | Tags: Derechos humanos, feminismo, Género, política | Comentarios: 0