Casa de la Madre y el niño /Casa Garraham. Cada habitación tiene una historia… Habitación número 2


foto: Pablo Pintos
Marcelo Miguel Fernández, “el Chulo” para muchos, fue un ser lleno de amor y de luz que generosamente dedicó sus 43 años a dar abrazos, sonrisas, frases cortas y muchas palabras pronunciadas con dificultad pero sinceras siempre. Su gran figura era la fachada perfecta para esconder al niño eterno que vivió en él, que jamás conoció la maldad, sólo supo darse a todos sin límites .El Chulo jamás pudo escribir una carta, menos manejar un celular pero fue capaz de comunicar y multiplicar su presencia y afecto en cada persona que lo conoció. Hermano, hijo, nieto, alumno, amigo, cuñado, tío, primo fue todo eso y sobre todo un compañero de NORTE, excepcional, que con su picardía supo sacar una sonrisa tras cada mañana de trabajo y malos humores. Fue simplemente un ángel que jamás vamos a olvidar y es difícil de imitar.
“Vi a Chulo como alguien además de bueno, solidario y amigo, como el capitán de un barco que nos deja lugar para subir e invita a navegar hasta llegar a su mundo, un mundo aparte donde todo es rico, divertido y posible. Chulo fue un mago, dibujaba sonrisas sin mover un dedo y dejó constancia de eso, entre nubes de algodón y gomitas de colores, con un pasaje de lo adulto a lo niño” De Facundo a Chulo, un héroe que no vi pero sí conocí.
autora:Florencia Martínez ( publicado en diario Norte. 23/12/2012)
Una casa para atravesar la enfermedad, espacios para habitarlas que tienen ángeles guardianes, otras personas que conocieron ese dolor, y padrinos que sustentan económicamente el bienestar y el arte de quienes lo embellecen.
Esta es una de las tantas historias para contar de La Casa de la madre y el niño Chaco/Primer Albergue Regional de Pediatría que replica el modelo Casa Garrahan de Buenos Aires
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