Ver: Bolívar


Por Mauro Bistman
De muy chico aprendí, como la mayoría, creo, que si un superhéroe pisó alguna vez suelo argentino; ese fue el General José de San Martín. Pero qué digo suelo argentino, en toda América no puede haber nadie como él.
Sin embargo, y creo que esto también le habrá pasado a cualquiera que haya prestado un mínimo de atención en las clases de historia más básicas, también siempre sobrevoló un nombre que, en otros países, podría acercársele. Un tal Simón Bolívar.
En mi caso, a pesar de honestamente haber escuchado de su grandeza, nunca me tomé el trabajo de profundizar sobre el superamigo / archienemigo de mi prócer favorito. Para qué un maradoniano miraría las estadísticas de Pelé, ya se sabe cuál es el mejor.
Para los que somos más amigos de ver series que de estudiar historia, Nétflix ha apelado nuevamente al género de la biopic para facilitarnos el trabajo. Una realización biográfica de 60 capítulos que cuenta con destacable credibilidad, la historia de este hombre que nació un 24 de julio de 1783 y murió el 17 de diciembre de 1830.
El mismo que en esos poco más de 47 años de vida fue un niño rebelde e inquieto, huérfano precoz, estudiante aventajado, joven burgués de profundo interés revolucionario, General, presidente vitalicio y dictador. Que cruzó la cordillera venezolana en una hazaña similar a la de San Martín y sus Granaderos a Caballo para liberar del dominio español a Venezuela -no una, sino tres veces-, la Nueva Granada (hoy Colombia), Ecuador y Perú. Además, en honor a él se bautizó a otra Nación sudamericana: Bolivia.
Con una romantización de su protagonista que a veces puede incomodar, pero con destellos de justicia argumental que terminan rescatándola, la historia muestra como ese muchacho de familia rica y esclavista –tenían más de 2000 esclavos y una de las mayores fortunas del virreinato- terminó convirtiéndose en un militar tenaz que gastó toda su herencia en sus campañas; con la abolición de la esclavitud como uno de sus objetivos declamados.
Es verdad, lo destacado de su puesta escenográfica, ambientada en el siglo XIX, se apoya en una dinámica discursiva poco fluida, por momentos. Lentitud soportable por la expectativa que genera la espera entre una gran victoria y otra. Entre una traición inesperada y la próxima proeza.
Para el fanático sanmartiniano, que a esa altura seguramente no puede más de la ansiedad, hay un momento muy especial: promediando la historia llega la cumbre de Guayaquil. Esa que dejó a los dos libertadores frente a frente en una serie de conversaciones privadas que derivaron en el retiro definitivo de quien venía victorioso de Argentina, Chile y Perú.
Con buenas actuaciones se brinda un pantallazo del respeto, interés y competencia que rodeó al intercambio de sueños y negociación militar que se produjo entre ellos. Ajedrez discursivo que terminó erigiendo al venezolano como el gran líder de lo que quedaba de la campaña libertadora de América.
Mientras transcurre la historia, también se pueden percibir las complicaciones que se producen cuando se realiza una revolución. Las luchas de poder, las agachadas políticas, los primeros desmanejos monetarios, la incertidumbre de aprender a vivir libres.
A Simón Bolívar se lo muestra como un hombre encantador con las masas en general y las mujeres en particular. Como un militar de buen corazón que no dudó en fusilar o tirar por un barranco a miles de personas; porque eso es lo que pedía la causa.
En definitiva, Bolivar es la historia del líder más exitoso de una generación, al que luego muchos llegaron a tildar de tirano y terminó muriendo prácticamente solo y empobrecido. Es recomendable después leer un poco más para poder despejar las secuencias con rigor histórico de la licencia narrativa; algo mucho más fácil de encarar después de esta muy constructiva experiencia audiovisual.