Ver: Jugando con el Alma


Por Mauro Bistman
No sé si es el mejor momento para recomendar una serie. Honestamente, no lo sé. El problema es que una persona que quiero mucho me sugirió que escribiera sobre algo que a ambos nos emocionó, ahora lo entiendo. Recomendar “El Alma Argentina”, de Netflix, para los lectores de Bohemia fue una gran meta, sobre todo cuando acabás de ver cómo uno de sus protagonistas se mete a todo el imperio en el bolsillo y quedaste manija.
Antes que nada, el contexto puede hacer que se confundan los temas, pero les aseguro que esta no es una nota sobre la ceremonia en que los San Antonio Spurs, de la NBA, retiraron para siempre la camiseta que usó Emanuel Ginóbili.
Como eso es cierto, me siento en la obligación de aclarar que la sobreexposición del bahiense en el título no tiene nada de demérito hacia los demás irrepetibles que protagonizaron uno de los fenómenos no futbolísticos más importantes de la historia del deporte argentino. Que tu alma sea comparada con semejante animal siempre será un elogio.
Por cosas de esas que uno no termina de manejar del todo, las 0,02 de este viernes 29 de marzo de 2019 me encontraron en la casa de un amigo, un loco de esos polideportivos que suele mirar casi de reojo muchos deportes por el sólo hecho de que una epopeya era posible. Sin embargo, lejos está de poner #GraciasManu en sus redes sociales o dejar de ver al homenajeado como un millonario que le dio algunas alegrías jugando al básquet.
Quizás eso me permita terminar de entender que Ginóbili es Manu para los argentinos por el sólo hecho haber triunfado con la selección. Por haber logrado lo que nadie hubiera pensado nunca que fuera posible lograr; salvo en el prehistórico 1950 cuando fuimos campeones mundiales de un deporte incipiente. A veces me pregunto: Vale más aquel mundial que tener al Dream Team de hijo cuando nadie más pudo
En cualquier caso, no estamos acá para hablar de Manu, sino de una serie documental de cuatro episodios que está disponible en Netflix. En este gran trabajo dividido en episodios, cada uno titulado con un elemento relacionados como hilo conductor, cualquier romántico de la historia deportiva de nuestro país o ateo de este tipo de justas puede encontrarse con la increíble epopeya de una generación de congrega a muchos de los mayores exponentes de una disciplina de las que se practican hace mucho.
A los escépticos, les recomiendo centrarse en la confirmación indiscutible de que el destino existe. Muchos fenómenos naciendo casi al mismo tiempo, rodeándose de las mismas personas, demostrando las mismas convicciones y complementÁndose tan perfectamente que parece a propósito.
En la Generación Dorada no hubo nunca un Batistuta y Crespo no pueden jugar juntos. Nunca existió un Higuaín que condene a Agüero a no ser el nueve; pero sobre todo, los Pipitas de este Messi sí la metieron en los momentos importantes.
En este momento me disculpo, no tengo demasiados datos técnicos para darles de por qué mirar Jugar con el Alma, en Netflix. Sólo puedo decirles que estas historias no pasan demasiado seguido, está contada de una manera lograda y rescata las anécdotas que tiene que rescatar porque tiene un trabajo de archivo admirable.
Con eso, me parece que alcanza. Al menos hoy, en que sólo pienso que un argentino se paró en el centro del imperio y les dijo a sus hijos que si lloraba, era de alegría.