Hablemos de la mirada de género sobre el cierre de los Juegos Olímpicos de Paris 2024. Con mucho orgullo el Comité Olímpico Internacional los presentó como «los juegos de la equidad». Y esto es así, pero sólo en términos binarios (mujer/hombre).

Ahora bien, reivindiquemos que es la primera vez en la historia de los juegos que hay igualdad de plazas: 5.250 mujeres y 5.250 hombres en las distintas disciplinas deportivas.

Sin embargo, la incorporación de las mujeres no ha sido “amable”. De hecho, los JJOO fueron esenciales en el proceso de masculinización del deporte moderno a nivel mundial.

El conocido como «Cristianismo Muscular», fue un proyecto educativo del creador de los Juegos Olímpicos modernos, Pierre de Coubertin. Fue un movimiento que utilizó al deporte como eje para formar a los jóvenes (varones) en la fe y la virilidad.
De hecho a lo largo del tiempo Pierre de Coubertin, exaltó también el potencial diplomático del deporte para mantener la paz entre imperios.
Si bien hasta no hace mucho, el deporte en los JJOO sólo debía ser amateur con el fin de resguardar los nobles objetivos deportivos. La fusión lograda por el creador de los juegos modernos, entre el deporte y la lucha entre naciones, el imperialismo y la guerra, fue el camino para arrasar con versiones más lúdicas y plurales. Esto dio lugar a unas Olimpiadas que Coubertin concibió como exclusivamente masculinas y celebratorias de una supuesta superioridad blanca.

Una evolución pausada

Pese a esto, el resultado de la lucha por la equidad fue lento, pero en progreso: si bien en 1896, en la primera edición de Atenas, ninguna mujer participó, ya en 1900 en París, se sumaron muy pocas llegando sólo al 2,2% de incorporación femenina.

En EEUU 1984, la participación femenina creció al 23%.

En Londres 2012 llegó al 44% y con tal ascenso, se los nombró los «Juegos de las Mujeres».

En los anteriores Tokio 2020, se modificaron las normativas para que las banderas sean portadas de forma mixta en la ceremonia inaugural y el porcentaje subió al 49.

Finalmente la paridad de participación entre hombres y mujeres en los JJOO llegó en París 2024, y constituye un avance simbólico significativo para cumplir con la recomendación de la Agenda Olímpica 2020, que también promovía la introducción de pruebas con equipos mixtos, como se dio en tiro y tenis, por ejemplo.

Sin embargo ¿la paridad, podrá ocultar otras motivaciones como seguir teniendo el control?
De hecho, la paridad “ejecutiva” no se da y hoy la directiva del Comité Olímpico Internacional (COI), que toma las decisiones, está compuesta por 11 hombres y sólo 5 mujeres, entre ellas la judoca argentina Paula «Peque» Pareto, en esta edición de Paris 2024.

El camino a la paridad en el deporte, sigue siendo sinuoso en tanto también persisten inequidades de ingresos económicos. Según un estudio, las mujeres deportistas no superan el 1% de lo que perciben los varones y los premios para ellas están muy por debajo que los que les otorgan a ellos.
Otro dato sustancial sobre la brecha salarial es que este año, en la lista Forbes de los deportistas mejores pagados del mundo, no figura ninguna mujer.

Y, aunque el Comité Olímpico Internacional promueva los valores de la diversidad LGBTIQ+ y una reconocida artista drag haya portado la antorcha olímpica como parte de ese posicionamiento, ¿qué pasa con la presencia de atletas trans? Esa decisión está ahora en manos de las Federaciones de cada deporte y a merced de posibles lecturas sesgadas a favor o en contra de la testosterona como indicador de ventaja.

Aquí, el debate no está saldado y cada año se producen nuevas evidencias donde a veces las mujeres trans ganan en alguna disciplina, y otras veces quedan en último lugar. Pero a «los juegos de la paridad» las diversidades no han llegado aún.

Y mientras tanto, discriminar la participación de una comunidad tan vulnerada como la trans, por lo menos deja muy atrás el logro simbólico que pretenden expresar los cinco anillos olímpicos en París 2024.