Cómo maldecir con lentes violetas


A mi papá del humor que me dejó desabrigada, Hugo Blotta.
El 28 de junio se celebró el día del Orgullo LGTBIQ+. Y muchos se preguntan cuándo se creará el día del orgullo hetero. ¡Hay quienes reclaman el papi shower como si la protagonista del baby shower fuera la mujer!
También Paola Krum se quejó de que ya no puede pagar el delivery y Susana de que tiene que pagar impuestos. Lo único que falta es que Mauricio se queje de que el precio de las reposeras se fue a las nubes.
Lo que nunca reclaman es mayor protagonismo en las puteadas o «malas palabras».
Fontanarrosa afirmó que no existen las malas palabras. Pero Alejandro Dolina dice que estas sí deben serlo, para poner de relieve determinados matices. Es decir, cuando estoy re caliente (con una vena hinchada en la frente) se tiene que diferenciar de cuando «estoy caliente» (y húmeda).
Hasta la palabra puteada parece más fácil. Porque la taxiboyceada es medio rebuscado.
Siempre escucho “la puta que te parió”. Pero no escuché jamás: el taxi boy que te fecundó. Pensándolo bien, irse a la puta que te parió no es una idea tan descabellada, porque aunque tu mamá tenga sexo por placer, con varios sujetos y no cobre, seguro te va a dar una mano en lo que necesites. No veo en qué beneficia eso a quien te deriva con ella a los gritos. Más bien todo lo contrario. Mejor castigo sería decir: “andate al padre abandónico que no paga la manutención”.
Cuando te dicen: «Hijo de mil putas», te desliga un poco de la responsabilidad. No entiendo esos insultos laterales que señalan el defecto de un tercero porque la defectuosa es tu mamá, no vos en todo caso. Igual que si nos dicen «mal cogidas» el que no se está desempeñando de manera óptima no forma parte de la discusión.
Tampoco escuché nunca: la vagina o la vulva de tu hermana. La «concha de tu hermana» es la elegida, pero no la pija de tu hermano, como si el invocar el genital a los gritos va a hacer que se rearme la tasa que se te rompió al caerse al piso o te va a sacar el dolor del dedito meñique del pie con el que pateaste la mesita. Cuando escucho esa expresión me imagino que aparecerá de pronto una concha gigante cual Chapulín. Si fuera así, la concha podría ser un abismo al cual caer. ¡Invoquemos la chota!
Cuando me mandan a la concha de mi madre siento una contradicción. Es como que me mandan de vuelta al útero, me desean un renacer, básicamente. En un tono un poco intenso, pero es una cuestión de detalles.
El equivalente masculino sería irse al pito del padre. Ese debe ser el famoso túnel con una luz al final del que siempre hablan los que fueron y volvieron. Excepto los que les tocó un túnel corto, estos habrán pensado que tenían un tren nocturno a pocos metros a punto de atropellarlos. (Si así fuera, ante la duda, recomiendo abrir bien la boca).
Es importante notar que siempre te mandan a lugares con aberturas. No es habitual que te digan «andá a la teta de tu vieja» o a la rodilla de tu tía. ¡Qué pobreza anatómica para el insulto! No subestimemos la sexualidad de las manos…
Tampoco es habitual que te envíen a los genitales de tu abuela que probablemente sea un lugar más espacioso. Posiblemente un poco seco, pero amplio. Eso me da miedo de morir ahorcados en pleno ejercicio kegel para prevenir la incontinencia urinaria. Si nos mandaran a las pelotas del abuelo también tendría sus riesgos. Quizás aparecería campaneando entre sus rodillas.
Es llamativo el uso de siglas hasta para putear que le copiamos a los yankees. LPM. por ejemplo. Esta está buena porque es ambivalente, puede ser la puta madre o la pija muerta, ponele. O para ser más sutiles, la próstata marchita.
Aunque hay algunas excepciones.
Existe la expresión viejo verde pero no vieja verde. Existe la expresión puta madre pero no cura pedófilo. Cosas raras del lenguaje.
Sin lugar a dudas la más inclusiva es la palabra «gato» porque la usan tanto para hombres como para minas. Si le metiéramos gate sería mejor: Nos podríamos hacer los chetos y decirles gueit (pronunciación en inglés) aunque después de Macri gato se desorganiza la idea un poco.
Ni las hembras animales se salvan de esto. La concha de la lora me imagino que debe ser un lugar pequeño y claustrofóbico. No escuché a ninguno exigiendo su derecho a mandarte al escroto del ganso cuando se enojan. Solo te piden que se lo sacudas. Como si no pudieran ellos solos.
*Comediante, escritora
Categoria: Humor | Tags: feminismo, Humor, Sociedad | Comentarios: 0