Maradona: el ídolo trágico

Por el


Por Jóse Frias*

Desde el fallecimiento de Diego, hace tres meses, su presencia en los medios (escritos, orales, redes sociales, etc) es constante, diaria, casi obligada por lo que significa su figura en el universo del fútbol y fuera de él.

Con el propósito de verter luz para tratar de comprender por qué es un emblema tan significativo, en el presente escrito trazo dos maneras sociales, históricas, culturales y filosóficas de aproximarnos a la figura controvertida de Maradona. 

La primera es mediante El nacimiento de la tragedia (1) de Nietzsche; en esta obra, el autor describe la particular oposición y relación alrededor de los dioses Apolo y Dioniso como figuras que representan las dos fuerzas que definen a los humanos en su relación con el mundo que los rodea. 

Por un lado está Apolo: es el dios de la razón, de la palabra, de la armonía. Apolo viene a poner palabra y por eso orden. Es quien individua y por ello diferencia esa totalidad confusa. Con Apolo las cosas cobran sentido, se vuelven palabra, se vuelven cosas concretas, diferenciadas, se establecen sus límites. Apolo es el límite y el límite sosiega, tranquiliza, ordena. Apolo limita y así vuelve comprensible al mundo. El dolor ya no duele tanto y el placer se vuelve soportable, ya que Apolo nos brinda las herramientas para comprenderlos. Comprendiendo filtramos a Dioniso y todo se nos vuelve claro, lúcido, dominable. Apolo domestica a Dioniso, enmarca el impulso instintivo, lo sofrena. Lo reconvierte, lo sublima, lo conjura. El dolor duele menos porque comprendemos sus causas y así lo anestesiamos, pero algo de esa sensación originaria se pierde. El placer se soporta porque ya no es placer, sino un goce tamizado por la razón, por el concepto. Todo es explicable. Ya no hay riesgos. La razón nos permite administrar el mundo, pero el mundo ya no es el mundo, sino sus restos sistematizados en cuadros de doble entrada. Nada en exceso, dice Apolo. La mesura nos da seguridad. 

En el mundo del fútbol, Messi, Pelé, Di Stéfano, Johan Cruyff (y algunos otros), representan lo apolíneo.

Por otro parte, está Dioniso: Dios del vino, de la embriaguez, de las orgías, representa el impulso humano a lo desmedido, a la desmesura, a lo desordenado, a aquello que todavía no está filtrado, ordenado, mediado. De este modo, Dioniso más que el caos, representa la posibilidad de una conexión inmediata (sin mediación) con las cosas. Nuestros cuerpos aun no desgarrados de la totalidad, la sensación desesperante de ser parte de un todo. Lo previo a la palabra, al concepto. Lo previo. Allí donde el dolor duele y el placer se goza de tal modo, que por no haber filtro, se vuelve insoportable. Dioniso es experiencia viva, pero tan viva que estalla en mil pedazos. En la confusión indiferenciada de Dioniso, casi como una orgía de sentido, todo se entremezcla con todo para percibir, tal vez en un único instante, la totalidad. Como un orgasmo infinito. Como una explosión Dioniso es exceso. Tan excesivo que abre lo humano y lo disuelve. 

Dioniso suele suscitar innegables seducciones y encantamientos en las personas al punto que ellas entran en un komázo (puede significar “celebrar las fiestas de Dioniso con cantos y danzas”, o, en general, “estar de fiesta”). En este sentido, se entiende por qué a Maradona “se le festeja todo”

Aquí aventuro que Maradona es la más acabada personificación de lo dionisíaco que poseemos en nosotros, y lo sustancial que es forjar cabida en nuestras vidas, en el mundo, para los modos de prerrogativa y deseo inconmensurables que simboliza. Maradona, junto con distintas representaciones dionisíacas, admite conjeturar más allá de los márgenes de las adoraciones sociales, imaginarnos emancipados de ciertos dispositivos que, frecuentemente, percibimos como presidios agobiantes.

Desde la perspectiva de la obra “Poética” de Aristóteles, tratado escrito en el siglo IV a. C, especialmente en la apartado sobre tragedia, es posible considerar que Maradona simboliza la figura del héroe clásico tal como lo plantea el estagirita. 

Allí, Aristóteles describe que el héroe es un semidiós, hijo de un dios o diosa y un humano y, en consecuencia, defectuoso e imperfecto y que experimenta la peripecia (Aristóteles la define en el capítulo XI de la siguiente manera: “El cambio de un estado de cosas a su opuesto, el cual concuerda con la probabilidad o necesidad de los acontecimientos”; es decir, el cambio de la acción en sentido contrario [de la dicha a la desdicha o viceversa]) ocasionado por hamartia (Aristóteles dice que El yerro no implica maldad, sino ignorancia, pero ignorancia nociva para quien lo sufre. Se refiere al error fatal cometido por el héroe sin intención. Este yerro pone en marcha un proceso que lo conduce a la perdición. Se produce en muchos casos cuando el héroe no toma en cuenta las advertencias de los dioses o bien cuando es inducido por uno de ellos a cometerla. Está prevista en su destino y no puede evitarla. Se trata de un error que no es imputable subjetivamente, pero que objetivamente existe con gravedad) o por Hybris (Aristóteles habla extensamente de la hybris en su Poética. Significa soberbia, desmesura, orgullo, todo lo que sobrepasa una justa medida. El héroe sobrepasa las capacidades humanas y desarrolla unos sentimientos o unas aspiraciones desmedidas en su actuación. Es el orgullo del héroe, que se cree capaz de torcer lo que está dispuesto por la Moira -destino- o que se mantiene en sus decisiones y se niega a claudicar a pesar de las advertencias en su contra. La tragedia clásica contrapone a la hybris la sophrosynê, esto es, la moderación que respeta los límites que se imponen al hombre). La tragedia del héroe versa en torno a la posibilidad de poseer todo para gozar de un lugar preponderante en el universo pero, al mismo tiempo, no poder impedir causar su derrumbe personal. Continuando con la línea argumentativa, se puede determinar cómo Maradona se trasforma en héroe entre los años 1979 y 1990 y ocasiona su misma caída, provocada por errores y defectos, entre 1991 y 1994 -y tantas otras circunstancias ulteriores-.  

Aristóteles plantea también que el héroe experimenta la anagnórisis (lo define en el capítulo XI como: Un cambio de la ignorancia al conocimiento, y así lleva al amor o al odio en los personajes signados por la buena o la mala fortuna. Es un reconocimiento; término que describe el instante en que la ignorancia da lugar al conocimiento. Un momento en que todo se le revela y se le hace claro al protagonista, con efectos casi siempre emoledores). Entre los distintos episodios de la vida de Maradona, existe una postal con fecha 10 de noviembre de 2001 en La Bombonera donde se despedía del fútbol profesional, en la ocasión reconoció sus defectos; ese sería su momento de redención al decir sentida y sinceramente «Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha». Con esta emotiva sentencia, Diego erigió ​​uno de los epígrafes que moldean el inconsciente del fútbol mundial y, en particular, de la cultura popular argentina. 

El nacimiento de la tragedia de Nietzsche y la Poética de Aristóteles nos posibilitarían descifrar por qué el público de todo el mundo está hechizado con Maradona. Aristóteles señaló que la tragedia posee una función social y  otra política, y lo explicó a través de la noción de khátharsis o catarsis. Aristóteles revela que “mediante compasión y temor la tragedia lleva a cabo la purgación de tales afecciones”. khátharsis se traduce como “purgación”. Según esto, el objeto de la tragedia es suscitar en los espectadores sentimientos catárticos al ver proyectadas sus propias bajas pasiones en los personajes de la obra y sentir compasión por el castigo merecido e inevitable de aquellas; pero sin experimentar dicho castigo él mismo. La piedad y el temor que siente el espectador conllevan que experimenten una catarsis de sus pasiones. En este sentido, el público purga sus emociones negativas sociales y políticas al presenciar la caída del héroe trágico (Maradona, por caso). 

Las obras en cuestió puede que nos ayuden a comprender la importancia histórica de Maradona…despojados de toda moralina.

*Profesor en Filosofía

  • 1-Es la primera obra filosófica que Nietzsche cuya primera edición data del 2 de Enero de 1872 bajo el título inicial El nacimiento de la tragedia a partir del espíritu de la música. En la segunda edición de la obra, Julio de 1874, modifica significativamente el título original por El nacimiento de la tragedia. O Helenismo y pesimismo.
  • 2-Cfr. Nietzche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia, Tomo I, Edit. Gredos, Madrid, 2010, Ps. 20-155
  • 3- Cfr. Nietzche, Friedrich. Ob. Cit. Ps. 20-155 
  • 4-Cfr. Aristóteles, Poética, Edit. Gredos, Madrid, 2011, Pág. 398.
  • 5-Cfr. Aristóteles, Ob. Cit, Pág. 410. 
  • 6-Cfr. Aristóteles, Ob. Cit. Pág. 412.  
  • 7-Cfr. Aristóteles, Ob. Cit.
  • 8- El término utilizado por Aristóteles es anagnorismós que es sinónimo de anagnórisis; ambos se traducen por agnición. 
  • 9-Cfr. Aristóteles, Ob. Cit., Pág. 410.
  • 10- Aristóteles, Ob. Cit. Pág. 402 ss.

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