Soberanía alimentaria: Elegir qué producimos, elegir qué comemos

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De entre las muchas realidades que la pandemia por el coronavirus ha dejado en evidencia, nuestros modos de producción y consumo de alimentos resplandecen como uno de los grandes temas a replantear. Si de verdad nos interesan el buen vivir y la economía sustentable, si es cierto que contemplamos la producción agroecológica y el comercio justo de alimentos como vías hacia una vida más equitativa y en condiciones de igualdad para todes, es ahora el momento de reconfigurar y poner en marcha —más allá de las palabras— ese nuevo paradigma.

Como nunca, en estos meses de parate económico fue fundamental la producción de los pequeños productores para sostener pueblos y ciudades bien abastecidos de alimentos. El concepto de Soberanía Alimentaria emerge, así, como una expresión clave, que supone el derecho de un pueblo a definir su propia política de alimentación; qué se produce y qué se consume, a la vez que define estrategias para el acceso a esos alimentos.

En ese sentido, resulta representativo el trabajo que se viene realizando desde la Liga de Trabajadoras y Trabajadores Rurales, organización que en el Chaco nuclea a pequeños productores de Ciervo Petiso, General San Martín y Puerto Tirol. Se trata de emprendimientos familiares y de cooperativas de trabajo que, desde hace años —pero más aún desde el inicio de la cuarentena—, se proponen como alternativa y ofrecen su producción a precios más que accesibles, a través de una red solidaria cuya expansión expresa la demanda y necesidad de construir maneras más sanas y más justas de producción, comercialización y consumo. Una forma de producción que prioriza el desarrollo comunitario por sobre el enriquecimiento privado.

“La gran diferencia entre agricultura familiar y agricultura empresarial es que la primera se dedica a producir y a abastecer a nivel local y zonal, mientras que la empresarial se dedica al monocultivo”, explica Norberto Aranda, referente de la Liga de Trabajadoras y Trabajadores Rurales, y agrega que las empresas “se dedican a la producción, pero la usan, la entienden como mercancía”.

“La agricultura familiar trabaja para que la producción sea sana, una producción que no sea de mayor volumen sino de mejor calidad, en todo sentido”. Liliana Vega, por su parte, forma parte de la Liga desde el 2019 y resalta los beneficios ambientales de los alimentos agroecológicos en contraposición con aquellos producidos desde la lógica empresarial: “Los nuestros son alimentos sanos, producidos para alimentar al pueblo. A diferencia de la agricultura empresarial, que siembra en grande para transportar a las grandes ciudades. Y todo fumigado, con químicos que nosotros no usamos”.

Liliana Vega y Norberto Aranda trabajan y viven en Ciervo Petiso, y desde allí dan cuenta de la actividad de la Liga de Trabajadoras y Trabajadores Rurales. Hay un dato de la realidad, elemental, que expresa el abismo —por cierto, mucho más que simbólico— que separa a la producción agroecológica de lo que representa el agronegocio: la primera no contempla el uso de venenos, mientras que la producción agrícola a escala industrial alega que el uso de químicos, en un porcentaje determinado, no afecta a la salud humana. Un argumento que refutan los datos y estadísticas que, día tras día, ofrece la realidad. http://reduas.com.ar/generacion-dederivas-de-plaguicidas/.

“En la producción agroecológica los productos no tienen aplicación de veneno, todo el seguimiento de la producción se hace bajo tratamiento de remedio casero. Eso hace la diferencia. Junto al hecho de que ayudás al crecimiento y a la alimentación sana de cada hogar y de cada familia”, explica Norberto Aranda. De eso también se trata la soberanía alimentaria, del derecho a una alimentación sana y de producción local. “Lo que nosotros preparamos también apunta a que el pueblo compre a un precio justo, que cuente con verdura, con alimentos producidos en la localidad. Ofrecemos productos frescos, sin químicos, sin fertilizantes, todo de nuestra chacra, de nuestra huerta y local. Eso es la soberanía alimentaria”, enfatiza Liliana Vega, quien además resalta la vuelta de tuerca que significó la reivindicación de los derechos de las mujeres en el trabajo agrícola: “Las compañeras que formamos parte de esta cooperativa trabajamos con la alegría y la convicción de que podemos trabajar como y de lo que queremos”.

Para conseguir el desarrollo armónico y sostenido de esta red cooperativa, la Liga de Trabajadoras y Trabajadores Rurales se complementa no sólo con la actividad agrícola: hay una red solidaria de la cual también forman parte las docentes que trabajan en el jardín comunitario, que cuidan y acompañan la educación de lxs hijxs de lxs trabajadorxs rurales; y también los mismos vecinos de la localidad, destinatarios de la producción agrícola que acompañan y apoyan la labor de la Liga de Trabajadoras y Trabajadores Rurales. “Todo eso hace al grupo de la cooperativa, al grupo de compañeras y compañeros que producimos estos alimentos que después podemos acercar a los vecinos —comenta Liliana—. Como compañera y productora, puedo asegurar que esto te lleva a conformar grandes amistades, con el pueblo, con los vecinos”.

Producir con la idea de soberanía alimentaria como premisa amplía el significado de la producción y consumo de alimentos, que deviene así un concepto y una actividad integrales. La soberanía alimentaria hace resplandecer de manera muy concreta la vida comunitaria.

El testimonio de Liliana Vega es elocuente y feliz: “Es una experiencia muy buena y estoy muy agradecida por la unión que conformamos, por la posibilidad de poder ofrecer y consumir alimentos sanos. Por eso me interesa compartir la gran experiencia de salir adelante vendiendo nuestros productos, nuestras verduras. Nosotros mismos aprovechamos esta producción en casa: ir a la chacra, traer un zapallo, cualquier verdura, comer sano”. Soberanía en tiempos de pandemia Como toda actividad que tiene también su perfil económico, la producción de alimentos sufrió los embates de la pandemia. En algún momento se vislumbró, ominosa, la sombra de un eventual desabastecimiento. Una de las patas —quizás la más sólida, seguramente la más confiable— sobre las que se mantuvo la seguridad del acceso a los alimentos fue la producción agroecológica. El trabajo de las cooperativas, de las familias, de los pequeños productores rurales.

“El estado y el gobierno se dieron cuenta de que es fundamental la soberanía alimentaria, que debe haber una política de respaldo a los productores medianos y pequeños, a los emprendimientos familiares, que abastecen a cada localidad, a cada pueblo”, plantea Norberto Aranda, y advierte la necesidad de una política “que establezca la soberanía como un derecho”.

“Esta crisis determinó el papel fundamental que juegan productores agropecuarios y ganaderos en el abastecimiento”. El aislamiento social a que nos obligó la pandemia, atrajo la atención hacia nuestras formas de alimentarnos. De alguna manera, revisamos nuestras elecciones al momento de poner la comida en la mesa. También pensamos la alimentación en términos de salud y nutrición. Con todo lo malo que trajo la pandemia por el coronavirus, Liliana Vega hace lugar para celebrar que esta situación también “revalorizó el trabajo de la gente de campo, de la gente que siembra en base a principios de agroecología”. Aranda refuerza esa idea: “ La soberanía alimentaria tiene que darse a nivel país, para que cada pueblo sea abastecido por su propia población, que la producción quede en manos del pueblo, y que el estado priorice esa producción”.

Publicada en Modo Matria, Revista Digital de la Secretaría de Derechos Humanos y Géneros

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Categoria: Agroecología | Tags: , , , | Comentarios: 1

Comentarios

Un comentario en “Soberanía alimentaria: Elegir qué producimos, elegir qué comemos

  1. Impecable la nota, visibilizando el trabajo del campesinado que nos da de comer sano. Qué bueno que ese lado del campo que no tiene el poder de lobby del agronegocio, se junte en redes cooperativas y ponga en valor el concepto de soberanía alimentaria.
    La pandemia puso muchas cosas de relieve en ese aspecto: me llamó la atención el caso de un señor que transmitió el Covid-19 en Villa Ocampo y alrededores, que venia a buscar verduras a Corrientes para abastecer a aquella zona rural. Toda una paradoja: una zona rural que necesita proveerse de frutas, verduras y hortalizas de una capital provincial porque el mercado funciona allí. Es casi el colmo de la sin razón esa materialización de «como funciona el mercado».
    Felicitaciones por su trabajo periodístico, Bohemias!
    Saludos cordiales!

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