Masacre de Napalpí: «La dignidad no se negocia»


«Los caídos de Napalpí no se murieron de rodillas, lucharon hasta el final por sus derechos. Porque nos enseñaron que la dignidad no se negocia, que una foto en un acto no representa interés y compromiso real, porque duele ver incluso a los propios hermanos que representan a nuestro pueblo Qom en el poder legislativo prestarse para los actos y olvidarse del compromiso real con el pueblo #Orgullosos de los acontecido hoy en #napalpí», así comienza el post de la Fundación Napalpí en la red social Facebook. A 95 años de la impune Masacre que lleva el nombre del poblado, hoy conocido como Colonia Aborigen, la comunidad originaria del lugar junto a algunos criollos, entre ellos el padre Julián, rindieron homenaje a ese pueblo diezmado el 19 de julio de 1924 y decidieron quitar una placa donde figuraban los nombres de los 32 diputados. La comunidad entiende que, a una año de haberla puesto, con ella llegaron promesas incumplidas de regresar para hacer un reconocimiento a los caídos, por lo que «era humillante que esos nombres estén allí».
Desde la Fundación cuentan claramente lo sucedido el viernes 18. «En el marco del 95° aniversario de la masacre de Napalpí, Juan Chico del pueblo Qom y Valeria Eme del pueblo Mocoví, con el apoyo de la comunidad y del público presente retiraron una placa que colocó el Poder Legislativo el año pasado en el lugar de los hechos». Consultado sobre el sentimiento del pueblo, Juan Chico, historiador y luchador qom, contó que «el año pasado, la presidenta de la Cámara Eli Cuesta, junto a Andrea Charole (legisladora originaria), Liliana Spoljaric y Elena Vargas se comprometieron a acompañar a la comunidad en visibilizar la masacre. Y desde ese cuerpo gestionar para que se acondicione el lugar, la escuela de la comunidad no tiene agua. Dijeron que en 15 días volvían, nunca pasó, las veces que se les llamo estaban viendo su agenda y pasó un año. Pero en el Norte (por el diario) salió una nota grande sobre la visita de ellos a Napalpí el año pasado», indicó el historiador.
«Hay nombres más significativos para las causas que generan mayor dignidad a la condición humana», sostuvo el padre Julián el día del homenaje. «Los presentes consideraron el retiro de la placa que contenía los nombres de los 32 legisladores como un acto de desagravio a la memoria y lucha de los asesinados en dicha masacre», indican desde la Fundación.


La historia que aún deja venas abiertas sangrantes
La Masacre de Napalpí, fue la matanza de indígenas qom y mocovíes ocurrida el 19 de julio de 1924 en la Colonia Aborigen Napalpí a manos de la policía chaqueña y de grupos estancieros, mientras reclamaban mejores condiciones laborales. Hubo al menos 700 víctimas, de las que se documentó, que estaban compuestas en su mayoría por mujeres, ancianos y niños. Aquellos que no morían a manos de los policías, eran degollados sin piedad con machetes y hachas. Fue una de las masacres de mayor magnitud cometida en Argentina durante el siglo XX.
Era la época del «oro blanco», los originarios realizaban la cosecha del algodón junto a toda su familia. Les pagaban sólo con vales de mercadería que debían comprar en los negocios de sus propios patrones. No les permitían salir de los campos, estaban en condiciones de esclavitud. Cuando comenzaron los reclamos aviones sobrevolaron el lugar hiriendo de muerte a los «rebeldes», durante días. Querían cerciorarse de que no haya ni un solo sobreviviente, que pueda contar la verdad. Ya que los diarios de la época solamente hablaban de una «sublevación indígena», de «enfrentamientos con la policía», etc. Jamás de una represión asesina del Estado (gobierno de turno) contra los justos reclamos de los pueblos qom y mocoví. La única salvedad periodística del momento fue El Heraldo del Norte, periódico integrado mayoritariamente por comunicadores chaqueños que debieron exiliarse en Corrientes para poder mostrar los hechos tal cual sucedían.
«Napalpí no fue una matanza aislada, sino una práctica recurrente del poder político y de los terratenientes, con la mano de obra policial o militar, para privar a los pobladores originarios de su forma ancestral de vida e introducirlos por la fuerza al sistema de producción. Todos los historiadores revisionistas coinciden en esa mirada», indica la enciclopedia virtual Wikipedia. «En el libro ‘La violencia como potencia económica: Chaco 1870-1940’, Nicolás Iñigo Carrera afirma: «Los aborígenes de la zona chaqueña vivían sin la necesidad de pertenecer al mercado capitalista. La violencia ejercida hacia ellos, por la vía política con la represión y por la vía económica, tuvo como objetivo eliminar sus formas de producción y convertirlos en sujetos sometidos al mercado. […] Se comenzó a privar a los indígenas de sus condiciones materiales de existencia. Se inició así un proceso que los convertía en obreros obligados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir, premisa necesaria para la existencia de capital. Un modo de vivir había sido destruido»», expresa.
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