Por Pablo Díaz Tamburini*

Toco tu boca

Toco tus labios. Deslizo con mis dedos, suaves hasta llegar a tu cuello. Lo acaricio. Desenredo tu pelo sobre tus hombros. Me sumerjo en tus perfumes, en tus fantasías. En tus relatos efímeros, mudos, casi perfectos. Quiero que calles, que cierres tus ojos, que sientas llenarte de mundos, de luces. Que sientas penetrar el cielo, sientas traspasar mis manos. No desperdicies palabras. Ahorra espacios en tu boca, en tus labios. Quiero que me ilumines con tus ojos, con tus besos.
Quiero que despiertes con tu risa y veas este desierto completamente tuyo, sólo para vos, para tu cuerpo. Quiero que creas que esto no es real, que sólo estamos los dos rodeados de arena y cielo. Quiero que descanses sobre mí, sobre mis hombros y te entregues ante el sol absoluto. Ante la mirada de mis ojos, que son los tuyos.

 

Saber que estás

De saber que estás, que tus ojos me proporcionan una extraña calma, que el frío tenso quiebra mis huesos, del sudor manso de mis venas, de la sensacional belleza de tu alma, del rostro oculto de tus manos, de decidir qué hacer con la muerte, de tranquilizar las aves. De saber que la vida está y vive y deja que mis piernas respiren, del aire de tu boca provocando cura y paz, de la quietud absoluta de tus dedos acariciando mis cabellos transmitiendo alivio, de cumplir un siglo en tu vientre bebiendo el amor que derramas minuto a minuto. De tan solo saber que estas siento libertad, siento poder ser yo y nadie más, siento saber que puedo, que la vida como el sol y la lluvia están y se van y que vos como única que eres estarás por siempre aquí, junto a mí.

*Escritor