El poder nos hace una «sociedad demoníaca»

Por el


“Para Foucault, la particularidad histórica de las formas políticas de la Modernidad, no sólo del Estado moderno, reside en que en ninguna otra sociedad encontramos “una combinación tan compleja de técnicas de individualización y de procedimientos de totalización”. “Al lograr combinar estos dos registros –el de la ciudad y el ciudadano y el registro del pastor y el rebaño- en lo que llamamos los Estados modernos, nuestras sociedades han revelado ser verdaderamente demoníacas” (Castro, E. 2011).

 

Sin necesidad de profundizar en la compleja teorización que se desprende de la obra de Michel Foucault sobre el “poder”, que Edgardo Castro considera como imposible de cerrar, es necesario echar mano a pequeños indicios de la concepción foucaultiana que nos habiliten la posibilidad de pensar algunas circunstancias tan actuales como angustiantes. Tomo algunas idea centrales para describirlas, sin ocultar mi intencionalidad de cómo las utilizo para armar redes de sentido y así pensar de otra manera, quizás para nada original.

Generalmente el poder es entendido como aquello que prohíbe, niega, o se ejerce para que algo no se haga. En este sentido, Foucault dice que esa es una concepción muy básica del poder, que en realidad el poder tiene un efecto productivo, es decir permite que algo “se haga”. No es, dice, ejercer la fuerza o la presión de la prohibición, sino más bien es una forma de relación silenciosa, casi imperceptible, que funciona de forma sutil y mucho más efectiva sobre lo que los hombres hacen, piensan y dicen. Si bien en algún punto casi todas las instituciones de la modernidad tenían el efecto e intención de ser punitivas, correctivas y cumplir con la función de la prohibición –de la libertad, por ejemplo- hoy el poder funciona también según otras lógicas y en todas las relaciones humanas.

El caso de los medios de comunicación y el efecto de formación de opinión no es nuevo, hace mucho se lo estudia, se lo conoce y no hace tanto se lo puso en discusión visibilizándolo de manera concreta. Son dispositivos que actúan sobre la población y sobre el individuo de forma simultánea y entrelazada, siempre representando a algún sector que hace de ellos una tecnología discursiva para evitar la circulación del poder, aferrándolo así sólo a un solo extremo de las relaciones, relaciones que se arman indefectiblemente entre los objetivos de quienes lo utilizan y los destinatarios de sus mensajes. Generan discursos que no son necesaria o exclusivamente “palabras o enunciados”. El o los discursos implica algo conceptualmente más amplio y menos neutro que las palabras que se enuncian. Sin desconocer que las palabras que se eligen para decirse son en sí un dispositivo de poder que funciona como modelador, normalizador y homogeneizador de sentido común. Y es ese sentido común el poder en sí, operando detrás de las formas de pensar y decir, haciendo que nos preguntemos sólo aquello que “conviene” preguntarnos, aquello que nos da comodidad por ser justamente eso: común, es decir compartido sin ningún tipo de contradicción, de incomodidad, sin fisuras, es pura evidencia, y por lo “evidente”, por lo “obvio”, como dice Dario Sztajnszrajber es justamente que debemos preguntarnos. Sentido común que reproduce al mismo tiempo que produce, pero no desde la ruptura, sino que produce la reproducción, habilita y no prohíbe, habilita formas y estructuras de pensamiento eficaz, funcional y servil a los grupos que sustentan y manejan los medios de construcción de poder.

Este poder opera en la sociedad Argentina en todos los frentes, sin dudas, pero lo que me interesa problematizar es como funciona esto en la interpretación de los “acontecimientos” que vienen dándose en el ámbito político-social y lo haré proponiendo las preguntas a las que los medios nos habilitan a hacernos.

El sentido común nos hace ver que los medios de comunicación ocultan información de acuerdo a los sectores que representan cada uno de ellos. Pero a su vez no dejan de “hacernos ver”, de hacer visible aquello que no sólo formará opinión para validar o desacreditar a uno u otro sector, sino que actuará como discurso que naturaliza aspectos mucho más graves de lo que nos parece pensándolo desde el sentido común.

Es habitual ver en los medios de comunicación los despidos masivos de personal del Estado, cierres de fuentes laborales, los procedimientos represivos y el accionar de la justicia en los casos de corrupción. Ante esto se genera lo que funciona como sentido común: creer que los despidos del Estado no es más que la “limpieza” de ñoquis; que los cierres de fábricas y comercios no es más que consecuencia de la malversación de fondos del Gobierno anterior; que las consecuencias de la política económica es el resultado de varios años de una gestión corrupta; que sólo es cuestión de tiempo para que todo se reacomode y florezca la economía nacional; que no hay dudas que la solución es meter presos a los corruptos; que los legisladores deben ser quienes den el ejemplo y trabajen gratis; que no se puede vivir en un país serio cuando pocos trabajan y muchos no hacen nada; que el estado como garante de las necesidades básicas de la población es un gasto; que estamos hartos de mantener vagos; que la forma de mejorar los servicios es cobrando lo que los servicios “valen” a nivel global; y podría seguir enumerando mucho más.

No digo que no hay posibilidades de que algunas de esas cosas hayan pasado o estén pasando, que sean reales o existan. Más bien prefiero hacer de cuenta que “todo” es real, que “todo es verdad”. Y con esto pensar las preguntas que se habilitan y nos hacemos muchos: ¿Cuántas cosas se harían con tanta plata robada? ¿Cuándo meterán preso a todos los corruptos? ¿Cuándo van a dejar de defender a los vagos? ¿De qué manera van a intentar seguir tapando tanta mugre de lo que pasó? ¿Cómo dudar de lo tan evidente de las cosas?  ¿Por qué se quejan de los servicios caros y no dejan de tomar su cerveza sentados en la vereda o de comprarse un celular de alta gama? ¿Qué quieren, vivir sin trabajar toda la vida? ¿Por qué no laburan en lugar de dedicarse a cortar calles? ¿Será cierto eso que dicen, o es un plan desestabilizador? Y de nuevo sólo elijo algunas como ejemplo de preguntas que cuando tienen determinadas respuestas alegran a muchos, les hace pensar que “es lo que se debe hacer”.

¿Y si dudamos de lo evidente?

Ahora bien, si pudiéramos desarticular el sentido común y dudar de lo “evidente”, de incomodarnos con las posibles respuestas; es decir, de desarticular la relación unívoca de poder entre los medios y los destinatarios de los discursos, quizás se puedan habilitar otras preguntas: ¿El estado funciona mejor sin tantos ñoquis? ¿Ahora se mantiene menos “vagos” y hay más personal de portería en las escuelas o en los hospitales? ¿Se generan nuevos puestos de trabajo? Los servicios tan caros, que casi resultan imposibles de pagar, ¿funcionan mejor? ¿Es necesario perder, de forma tan abrupta el poder adquisitivo y de consumo para que la sociedad se más justa? ¿Si me hubiese tocado a mí trabajar toda la vida en negro, estaría bueno que no pueda jubilarme? ¿Los maestros, médicos, porteros, empleados de comercio, empleados del estado ganan mejor que antes? ¿Por qué para que todo mejore tienen que ser los más pobres la variable de ajuste? ¿Que haya corrupción y corruptos en otros gobiernos es el justificativo para no ver que los sigue habiendo en igual o mayor medida que antes? También son infinitas las preguntas que pueden surgir.

Pero me interesan, para cerrar, sólo algunas: ¿No será que ciertos mecanismos de poder está haciéndonos poner contentos y felices a pesar de que hay más padres que no pueden alimentar a sus hijos? ¿Contentos porque hay más chicos en la pobreza que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas alimenticias? ¿Felices porque hay más gente sin trabajo? ¿Satisfechos porque ya casi no podemos pagar la luz? ¿Orgullosos de que la educación y los edificios escolares en gran medida se caen a pedazos? ¿Alegres porque la educación privada solucionará todos los problemas de la pública? ¿Nos da sensación de justicia porque ahora debemos pagar cosas que antes no pagamos?

Porque no sé si nos preguntamos es: si los ñoquis, vagos, piqueteros, jubilados de arriba, desempleados, son un «otro» con el que nos constituimos mutuamente mucho antes que cualquier calificativo que nos han dicho que les pongamos. Gente que hoy por hoy no tiene cómo sustentar una familia con sus necesidades básicas.

Incluso permitiendo a modo de ensayo (con la aberración que significa la adjetivación) creer que son válidos estos calificativos, debería ser impensado alegrarnos por que  pasan hambre y ven su calidad de vida diezmada a límites que hoy por hoy son impredecibles.

Estamos a tiempo, pero si han logrado hacernos felices y ponernos contentos con todo esto, ya ganaron, ya cumplieron con su objetivo ya hicieron lo que querían hacer: una población que se auto fagocita en la voraz individualidad del “Yo hasta ahora, me salvo”, del “todos corruptos” que funciona hace mucho tiempo.

Parece ser “una combinación tan compleja de técnicas de individualización y de procedimientos de totalización”… “que hacen una sociedad verdaderamente demoníaca” (Foucault 1994)

El Estado, cuando no reconoce los derechos o no piensa en políticas de derechos, no sólo se desentiende de ellos, sino que también pone en manos del individuo amparado en la población como colectivo imaginario, la función de justificar quiénes y cómo deben vivir. Que no es otra cosa que decidir quiénes merecen morir y quienes no.

agenda bohemia

El Arbol Amarillo Libreria Infantil

Categoria: Columnista | Tags: , , , , , | Comentarios: 0

Sé el primero en escribir un comentario.

Deja un comentario



Apoyá a la Revista


Si llegaste hasta acá es porque te interesa nuestra mirada hacia la sociedad y la manera comprometida con la que hacemos periodismo. Somos un medio autogestionado, alternativo, enfocado en temáticas de género y derechos humanos. Vivimos tiempos complejos y solo podemos seguir creciendo con tu aporte voluntario.



revista bohemia donaciones

DONAR
$500



revista bohemia donaciones

DONAR
$1.000



revista bohemia donaciones

DONAR
$2.000




Te sugerimos estos montos, pero si querés ayudarnos con otro importe, podés hacerlo en este CBU 3110016611001019972012 / Alias: ProyectoBohemia. Si tenés alguna duda, escribinos al correo bohemia.prensa@gmail.com



Últimas Notas


El ex-Ministerio de Mujeres será una subsecretaría 
Género, Políticas Públicas, Sin categoría

Dependerá de Capital Humano. Qué se sabe sobre la continuidad de sus políticas y de las personas que trabajan allí. Qué suerte correrán quienes accedieron a su primer empleo...

VER MÁS




Jarumi Nishishinya: “Es una tortura que este proceso se alargue”
Abuso sexual en la Infancia

La artista, a los 42 años pudo denunciar el abuso sufrido en su niñez. Entonces había hablado, pero su familia no hizo nada. Hace dos años espera el juicio.

VER MÁS




Se recibió Sandra Toribio, la primera médica argentina de la etnia Wichí, egresada de una universidad pública
Políticas Públicas, Pueblos indígenas

s oriunda de Ingeniero Juárez, Formosa. Nació en el seno de una comunidad Wichí. Ama la medicina y la investigación, y en ese amor, incluye su deseo de volver...

VER MÁS




Condenan a un técnico por instalar programas espías en computadoras de sus clientas
Violencia de genero digital

Seis jóvenes tucumanas llevaron a juicio a un experto en informática por violar su intimidad a través de la instalación de programas en sus dispositivos.

VER MÁS




Qué es el negacionismo
Democracia

Los discursos negacionistas siempre existieron pero el avance de sectores ultraconservadores intensifican su expansión.

VER MÁS




Mayor nivel educativo pero peores condiciones de vida entre personas LGBTNb+ en Argentina
Diversidad

Este es uno de los resultados preliminares del Primer Relevamiento Nacional de Condiciones de Vida de la Diversidad Sexual y Genérica en la Argentina, del cual participaron más de...

VER MÁS