Eli Bergallo y su poesía de los saberes prohibidos

Francisco Tete Romero*
Esta semana les propongo incursionar en la poesía, para leer el libro “Saberes Prohibidos, de Elizabeth Bergallo, de la Colección “Radar en la tormenta”, de Librería Editorial Contexto.
“Y alguna vez, no siempre, guiado por el radar
el poema aterriza en la pista, a ciegas,
(entre relámpagos)
carretea bajo la lluvia, y al detener sus turbinas,
descienden
de él, pasajeros aliviados de la muerte: las palabras.”
(Radar en la tormenta, 1980).
Evocar este poema luminoso de Alfredo Veiravé, título a la vez de uno de los libros más originales y bellos de la poesía argentina, significa acudir a una de las metáforas más filosas sobre la poesía como experiencia de lo indecible de la experiencia humana, de aquello que sólo podemos decir mediante el lenguaje poético.
De eso se trata esta nueva colección. Concebida en clave de homenaje al gran Alfredo y a la vez puesta en valor de los poemas que se escriben aquí y ahora. Porque la lectura de la buena poesía constituye una experiencia que nos emancipa el corazón y la mente.
Como estoy seguro que les ocurrirá con la lectura de “Saberes prohibidos” de Eli Bergallo, trilogía poética conformada por los libros “La tierra sin mal”, “Crónicas nómadas” y “Pasión”.
Una travesía por los territorios de la tierra sin mal, de la cosmogonía ancestral de los tupí guaraníes, de los viajes tanto fuera como dentro de nosotros mismos en sus crónicas nómadas, de la batalla sempiterna entre eros y tánatos en La pasión, lucha siempre desigual que funda los horizontes de sentido abiertos o clausurados que nos visten y desvisten por y a través de la palabra.
Así podemos leer, en su primer libro y poema, ambos del mismo título, La tierra sin mal:
“Destilabas la noche en el largo camino del oeste
lento el sabor
relumbraba el universo en vos,
sangraban las razones
y en
el fondo de tus ojos
un pájaro esperaba en la rama más alta
brillar como nunca;
los felinos acechaban presas de placer
del tiempo de
sus visiones, y el viento demoraba en los labios
un secreto;
de noche en esta tierra
los hombres callan o duermen y el monte se despierta,
grita o canta.
“Multitudes silenciosas avanzan”, decías, todavía
no es posible saber;
una barca de miedos o de consuelos?
“Yo me voy, me dejo ser” y
la noche cae hacia otra noche
a una tierra sin mal,
más allá de la impunidad
dirían
aunque cerca de la inocencia.”
Los tupí guaraníes buscaban la tierra sin mal en este mundo. Y en su relato sagrado cosmogónico, “El himno de los muertos de los guaraníes” decían poéticamente que el alma estaba en la palabra. Como dice Elizabeth en “Ojos bien cerrados” de su libro La pasión:
“…el dolor y el amor abrazados los ojos bien cerrados
así son los secretos del alma, lo saben los seres que sienten
en cascadas los que vienen en calles silenciosas vestidos de
palabras-almas”.
Y hay en el segundo libro “Crónicas nómades” mapas que nos reinventan, que se van haciendo y deshaciendo en el camino, corriendo fronteras atravesándolas a pesar de nuestros miedos, como en su poema “El mapa”:
“Hay un abismo inmensurable en la espera, mientras
tanto escribimos, tanteamos pinceladas,
hilvanamos con los hilos de los colores que hubieran
el mapa
de un peregrinaje, a veces, invisible, nuestra vida.
Intentamos que ese mapa inventado nos proteja
de los peligros del camino,
como si fuera la luz que en un instante alumbre
la posible oscuridad,
encienda la visión, nos asombre una y otra vez.”
Y en la última estación de esta travesía, en el tercer libro, en La pasión, Eli Bergallo recuperará el horizonte de sentido del mundo guaraní para hablar en su poema La mala y la buena muerte de las llagas más trágicas de nuestra historia sudamericana: las de la Guerra de la Triple Alianza y sus huellas en la Isla del Cerrito, las de Napalpí, las de Margarita Belén, las que enrojecen nuestros ríos Paraná, Paraguay y Bermejo. Por eso nos revelará que somos lo que decidimos hacer de ese combate entre eros y tánatos que se libra en nuestros propios corazón y cuerpo. Por eso propondrá a la poesía como los modos que subvierten el sentido común que naturaliza la violencia en nuestra vida para que eros nos pueda habitar e iluminar por dentro. Y lo hará desde la diversidad de mitos y cosmogonías ancestrales.
“Sensualidad del universo”:
El universo es una danza, una música, un rito en el que
copulan seres y partículas visibles e invisibles que juegan a
atraerse y a alejarse como nosotros todo el tiempo.
El universo copula consigo mismo: decir esto es subversivo.”
Color rojo, color negro, el erotismo siempre “ha sido una molesta piedrecita en el engranaje de las convenciones sociales –dijo.”
Porque “la canción más antigua del mundo, la divina embriaguez/ del instante. // La vida afirmando alegremente la muerte, la pasión, /la revolución, / el amor, / un puente que va del hoy al mañana.”
*Escritor, docente y editor.
Sergio Boada
29 octubre, 2018 at 6:56 pm
Conocí en julio la librería Contexto y fue la oportunidad de conocer entre otros poetas locales el poemario de Elizabeth Bergallo «Saberes prohibidos». No tengo más que palabras de asombro, un deseo calmo, no frenesí, de poder retener todas las imágenes que despliega. Y un horizonte de sentido lleno de interrogantes o respuestas (según el momento de la lectura). Le mando a través de ustedes mi gratitud por brindarle a lectores de otras tierras esta poesía tan significativa.
«En el río el tiempo se vuelve un torrente / y los pájaros del agua confunden sus nidos / y se quedan en los ojos de los hombres que esperan» (poema X, Gente del agua, de «Saberes prohibidos» de Elizabeth Bergallo